Se dice que

Se dice que
Al alcalde de Toluca le llueve hate, no solo en redes sociales, también en la murmuración de la clase política, particularmente priista, de la capital del estado

Mark Twain se inmortalizó con Las aventuras de Tom Sawyer y su secuela Las aventuras de Huckleberry Finn. Dueño de un humor erudito y cáustico, un día en su habitual colaboración para la North American Review, reprodujo, y legó para la posteridad, aquella frase de «Hay tres tipos de mentiras: mentiras, malditas mentiras y estadísticas». Para leer las encuestas de evaluación y popularidad que pululan en estos días con claros fines propagandísticos, habría que tener muy presente a Twain.

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Las encuestas son de quien las trabaja…y de quien las paga. Eso ha quedado plenamente demostrado a lo largo de la historia electoral. No todas, pero sí una abrumadora mayoría. Las casas encuestadoras son negocios con fines de lucro al servicio del mejor postor. Sus estudios de preferencias y evaluación de desempeño, por lo general, son instrumentos de propaganda al servicio de una causa específica que no es necesariamente la de revelar el estado de ánimo y pensamiento de la sociedad.

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Cada vez es más frecuente escuchar inauditas historias de corrupción en el servicio público en voz de actores políticos de actualidad o de poderosos personajes en el gobierno que lamentan el ostensible enriquecimiento de la piara. Su lamento es furibundo, indignado, con las fechorías, el cinismo y la voracidad de sus pares. Es algo realmente delicado y se va a descomponer.

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Al alcalde de Toluca le llueve hate, no solo en redes sociales, también en la murmuración de la clase política, particularmente priista, de la capital del estado. Parece que le tuvieran coraje, resentimiento o envidia. Asombra escuchar cómo algunos actores del PRI se expresan mal del presidente municipal a quien no bajan de “arrogante”, “soberbio”, “cretino”. No le perdonan el éxito. Construyen desde la maledicencia historias inverosímiles, fantasiosas, envenenadas contra Raymundo y, canallas, hasta en contra de su señora esposa. Son unas sabandijas.

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Pero la furia de resentidos priistas no solo apunta contra Raymundo Martínez, también contra Miguel Torres a quien acusan de todo. Más que temibles, son temerarios. Es obvio su afán por desprestigiar. Odiadores, quieren destruir, quizá vengarse. Algo grave está sucediendo en un sector de la élite.