En política, la materia prima básica es el convencimiento. Quien hace política busca, por todos los medios a su alcance, conseguir que las personas realicen una cosa o cambien de parecer. Así se trate de un vecino que busca sembrar en sus pares la idea de que es necesario un tope en la calle, o de un líder de partido que quiere que su consejo político nombre como candidato a su compadre; en ambos casos necesitan convencer. Si lo hace, todos contribuirán a que se coloque el tope o a que se registre la candidatura del compadre.
Un político que no convence está perdido. Y si hablamos de políticos “profesionales” con mayor razón. Y es que en un salón de clases uno o varios alumnos pueden hacer política para conseguir que el grueso del grupo presente una queja contra X profesor. Solo si son convincentes, sumarán las voluntades suficientes para que su intención fructifique. Pero esos alumnos no son políticos profesionales, es solo que una situación que estimaban adversa los motivó a convencer a los otros de formar una fuerza colectiva capaz de cuestionar la figura de autoridad en el salón (el profesor).
Políticos profesionales son aquellos que ejercen un liderazgo partidista, que se postulan a cargos públicos o que jefaturan un gobierno. En ellos cabe esperar que tengan argumentos e instrumentos suficientes para incitar a las personas a acudir a un mitin, para afiliar personas o para conseguir votos. Si no lo hacen, su posición es desfavorable y tendrán que buscar maneras de conseguir que las personas que ahora no le apoyan cambien de parecer.
Convencer a los votantes
La gente cambia de parecer con mucha más frecuencia de lo que imaginamos. Ayer parece que estábamos convencidos de que un figurín engominado era la mejor opción para dirigir al país y hoy ya no. ¿Por qué? Las explicaciones son complejas y pueden darse desde la psicología social, el marketing, la retórica, la semiótica o la sociología. El hecho indubitable es que se convenció a un número suficiente de personas (por los medios que sea) para que votaran por él y no por otra opción. Seis años después la gente sencillamente cambió de parecer y votó distinto.

Cuando digo “sencillamente” desde luego que estoy hablando en términos irónicos, pues convencer no es algo simple, porque las personas no son simples, no somos “máquinas triviales”, diría la cibernética. Y, entonces, ¿por qué el partido político que había logrado convencer a la población mexiquense por más de 90 años para que le diera sus votos ya no pudo en esta ocasión? ¿Ha perdido argumentos, han dejado de ser eficientes sus instrumentos, se ha quedado sin modos de motivar, de movilizar?
Aunque esas preguntas pueden requerir mucho espacio para responderlas, el hecho evidente es que no consiguió convencer. Era su misión hacerlo y fracasó. Buscó sumar las voluntades de otros partidos y presentó una candidatura común con tres partidos más: no funcionó; gastó más dinero en la campaña que su contrincante: no le dio resultados; el día de la elección “operó” para que incluso hubiera casillas en las que había más votos que registrados en la lista nominal: no le alcanzó; repartió dinero como solía hacerlo: no fue suficiente. 516 mil personas no se convencieron de darle su voto y perdieron la gubernatura.
Luego de eso, los líderes de los partidos que perdieron la elección se han encargado de “quitarse la culpa” de la derrota y han querido transferirla a quienes no acudieron a votar. Su narrativa se ha sustentado en que “ganó el abstencionismo”, que 5 de cada 10 no fueron a votar, que su indolencia, apatía o flojera eran las culpables del resultado. Es, desde luego, un juicio erróneo.
¿Por qué los partidos políticos no convencieron a los ciudadanos?
Lo cierto es que las elecciones se organizan para generar un espacio en el que los partidos políticos convenzan a la ciudadanía de que le otorgue su voto, que respalde su propuesta, que legitime a su candidato(a) como gobernador. Las dos candidatas que tuvimos no pudieron, en su conjunto, convencer a 50 % de los potenciales votantes de ir a las urnas. El Instituto Electoral tampoco les motivó a salir a emitir un sufragio. En general, los actores políticos de todos los niveles solo consiguieron que participaran en los comicios uno de cada dos ciudadanos mexiquenses.
Creo que no es pertinente echar culpas. En política, la materia prima es el convencimiento y quien convence a más personas es quien se lleva el triunfo. El que convenció a menos es el derrotado. Pero en política no se gana ni se pierde de manera definitiva. Es una labor perenne el buscar convencer a la gente. La población siempre será susceptible de ser convencida en mirar las cosas de un cierto modo y en actuar de tal o cual manera. Y los que buscan convencerla siempre serán responsables del resultado.