La reforma judicial local es una buena reforma, pero no la mejor reforma. Arrancar el control de la administración de la justicia a una élite priista, que lo hacía muy mal, es quizá su mayor aportación. Pocas, poquísimas personas en el Estado de México están enteradas, saben o entienden que el sistema entró en proceso de cambio. Vaya paradoja, se pretende socializar al Poder Judicial mexiquense sometiendo a elección popular los cargos de jueces y magistrados, pero, al menos hasta ahora, se ha hecho cupularmente, de arriba para abajo.
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Los senadores Mariela Gutiérrez e Higinio Martínez, derrotados en su desafío al liderazgo político de la gobernadora Delfina Gómez en la reciente elección interna de Morena, pagan las lógicas consecuencias de su equivocada apuesta. Su influencia quedó debilitada y no serán, al menos en los próximos 3 años, los mandamases que creyeron algún día ser. Nada es para siempre y nada es para tanto.
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Un dato que aporta a las claves de la política local, contribuye a su entendimiento y que, curiosamente, ha pasado por desapercibido es la cercana y añeja relación entre Luz Ma Hernández, la nueva presidenta de Morena Edomex, y Horacio Duarte, el poderoso secretario general de Gobierno. Luz Ma fue la número dos de Horacio cuando él presidió Morena en la primera campaña de Delfina por la gubernatura.
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El conflicto político entre la alcaldesa de Ecatepec, Azucena Cisneros, y su antecesor y actual diputado federal, Fernando Vilchis, inexorablemente terminará mal. Morena podría pagar un costo altísimo. Los problemas entre ambos son profundos y añejos y lo expresan en agravios personales, no son solo diferencias políticas. Se requiere allí una apelación fina e inmediata de control de daños.
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Quien iba a imaginar ver a algunos integrantes de la alta burocracia de ayer recurriendo a las nefandas puertas giratorias para entrar al mundo de los negocios. Cerrados los accesos al servicio público, ahora intentan abrirse pase como proveedores del gobierno o gestores de negocios. De pena ajena.

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