En las faldas del cerro La Teresona, donde las calles de piedra se mezclan con el polvo del olvido, la escasez de agua está dejando una huella muy profunda. En esta zona marginada de la ciudad de Toluca, el agua potable es un lujo que pocos pueden permitirse. Las tuberías viejas y oxidadas, que en otro tiempo llevaron agua fresca a cada hogar, ahora apenas gotean.
Sobrevivir en la escasez: testimonio de resiliencia
A sus casi 70 años, don Víctor Enciso, quien en su juventud daba vida a la madera con bellas piezas artesanales, ahora se enfrenta a la dureza de un presente donde el agua potable es un recurso cada vez más escaso.
En el Barrio de Zopilocalco, personas como él se están acostumbrando a esperar toda la semana a que las pipas del ayuntamiento lleguen a sus calles. Don Víctor, uno de los primeros habitantes de esta región de la ciudad, compartió con AD Noticias cómo es vivir en la escasez y explicó cómo ha aprendido a ajustar sus rutinas y expectativas a la implacable realidad impuesta por la falta de este recurso.
La pequeña casa donde reside desde hace más de 30 años lleva las cicatrices de esta carencia. Al entrar, el olor a comida en mal estado que sale de los platos sucios golpea los sentidos; amontonados en la cocina, docenas de trastes esperan su turno para ser lavados, un turno que llega una vez por semana.
La vieja gloria de un baño diario y una vivienda limpia
El piso, antes brillante y limpio, ahora acumula capas de polvo y mugre. Don Víctor ha dejado de trapear con la frecuencia de antes, pues el agua que recolecta apenas le alcanza para cubrir lo esencial: el sanitario, lavar un poco de ropa y tomar un baño semanal.
El cuarto de baño se ha convertido en un lugar de soluciones improvisadas. En una esquina, la plancha de vapor que alguna vez usó para alisar su ropa es ahora utilizada para alimentar un pequeño sauna hecho con palos y plástico.
En su conversación, don Víctor relata cómo, fuera de su casa, la situación no es mejor. Sus vecinos han recurrido a la compra de tinacos y pipas de agua para acumular mayores cantidades, un gasto que afecta sus economías, pero que se ha convertido en prioridad para las familias con varios integrantes, ya que no cuentan con suficiente agua para ducharse o para otras necesidades básicas.
La indignación crece con cada día que pasa sin que el agua llegue a través del sistema de red, deteriorado y sin la presión suficiente para alcanzar este barrio, donde la comunidad vive con la certeza de que las tuberías colapsaron hace tiempo y que las pipas que reciben una vez a la semana solo son aspirinas para una grave enfermedad.
El rastro de la sequía en cada rincón
A los rincones del hogar de Víctor Enciso el sol no llega; el moho se apodera de las paredes y de los pisos. El sanitario, usado con poca frecuencia, nunca tiene agua suficiente, y la falta de limpieza lo puede convertir en un foco de infección.
Con casi siete décadas a cuestas, el señor Víctor enfrenta la realidad con resignación. Los recuerdos de tiempos mejores, cuando el agua corría sin restricciones, se desvanecen en su memoria. Ahora, para él y sus vecinos, la vida en Zopilocalco es una batalla interminable contra la suciedad.
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