¡Y dale dale Ro, dale Roo… la 11 ya está en casa!

La ilusión se convirtió en realidad: ya no es un sueño, es un hecho. El Toluca FC consiguió la tan anhelada once y rompió por fin la maldición. En el Nemesio Diez, los Diablos Rojos le cobraron todos sus pecados al Ámerica
mayo 26, 2025

7 de la mañana y Toluca ya estaba de fiesta. Tráfico de domingo con banderas rojas ondeando orgullosas entre la brisa de un día nublado de mayo. En las redes, en los periódicos y en la más casual de las conversaciones, el Deportivo Toluca estaba presente, se vivía una final más, pero no una cualquiera. Esta era especial.

Entre aficionados de todo tipo se respiraba un sufrimiento necesario. Los más grandes tenían la piel más gruesa, ya habían vivido 23 años de sequía y luego una época de gloria; solo quedaba disfrutar mientras la nostalgia les invadía el alma.

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Los adultos jóvenes, esos que crecieron cantando campeonatos, llevaban 15 años esperando este momento, con la voz quebrada y la garganta lista para explotar. Los más pequeños apenas empezaban a dimensionar lo que significaba ser del Toluca: un club que te enseña que donde más se ama, más se sufre… pero que también te recompensa con gloria.

25 de mayo, Día Mundial del Fútbol, y las calles se vistieron de gala para celebrar de la manera más pasional posible. Playera bien puesta, sin importar el frío, rojo por doquier, la cumbia de los trapos sonando fuerte, y la atención de un país expectante para ver la caída de la dinastía azulcrema. El infierno volvía a ser protagonista.

El cambio de horario en las finales fue el pretexto perfecto para muchos: primero a la iglesia, después al estadio. Recintos religiosos repletos de Diablos devotos que, entre oraciones personales, elevaban una en común: que Toluca saliera campeón. Y como si Dios también fuera escarlata, les concedió el milagro.

Fueron 15 años donde los deseos de cumpleaños se repetían: ver al Toluca campeón. Estrellas fugaces, dientes de león, rituales de la suerte… todo se convirtió en motivo para seguir creyendo. Y aunque los años pesaban, la marea roja no dejó de crecer. Hubo altas, bajas, y una inversión importante que poco a poco fue devolviendo la esperanza.

A las 4 de la tarde, el centro de la ciudad ya era un caos. Rojos y azulcremas se congregaban para el encuentro más esperado. “San Alexis Vega” se volvió tendencia. No se trataba de fe ciega, sino de confianza en un grupo de jugadores que supieron cargar con el peso de una ciudad entera y convertir la presión en motivación.

El Nemesio Diez era un volcán. Pero no era el único punto de reunión. Lerma, Metepec, el Águila de Colón y cada sala con la tele encendida vibraban con cada jugada. Un tifo impresionante, ambiente a reventar y el himno nacional acompañando la mirada de Vega, esa que parecía pedir perdón y prometer redención al mismo tiempo.

5,481 días después, el pitido final esparció una ola de júbilo. ¡El Toluca es campeón del fútbol mexicano! Por los que sudaron en la cancha, por los que alentaron desde las gradas, por los que gritaron frente al televisor y por los que ya no están para celebrar, esta victoria fue de todos.

Colón volvió a cantar después de 15 años. Lágrimas salían del alma del aficionado más duro. Niños celebraban su primer título. La ciudad no olía a croquetas, olía a campeón.

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Gibran Castro

Gibran Castro

Mercadólogo de profesión, periodista de corazón. Experto en el Deportivo Toluca, marketing político, ONG’s, tendencias digitales y redes sociales. Más zurdo que Messi, con ideales bien arraigados y fe en que la pelota ruede a nuestro favor.

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