“Eees título de los rojos… Talavera la saca, el Toluca es campeón”. Con esas palabras, el comentarista Javier Alarcón narraba la última alegría de los aficionados choriceros. Quince años han pasado desde aquel Torneo Bicentenario en el que, en una de las tandas de penales más dramáticas de la historia, el Toluca FC levantó el décimo trofeo que lo instalaba entre los grandes.
Diez, el diez, en el Nemesio Diez, celebraba la afición que se había acostumbrado a ganar. Esos Diablos obtuvieron cinco campeonatos en esa década. Santos, en dos ocasiones, Morelia, Monterrey y Cruz Azul cayeron ante ese equipo dorado.
Los niños de aquella generación no conocieron otra realidad más que la del triunfo. Aquel mediodía del 23 de mayo, la afición salió a las calles para demostrar su amor por un equipo que se había convertido en un referente nacional. Ya no estaban los Cardozos, los Estays y los Cristantes, pero se tenía a Mancilla, a Sinha y a Talavera.
Otra Bombonera, otros resultados
El estadio tenía esa mítica futbolera. Estadio pequeño, incómodo y alejado de los grandes lujos de la remodelación del 17, tenía una mística gloriosa. En ese estadio, Toluca le cantó nueve de sus diez trofeos. Las banderas en los coches y azoteas, las caras pintadas y el ruido de los tambores anunciaban el inicio estruendoso de una sequía que nos alcanza hasta nuestros días.

No podía ser de otra manera: con nervios, garra y mucho corazón. Santos dejó ir una ventaja de 3-1 en los penales y, de forma agónica, motivados por el ¡Sí se puede! del estadio, Diego Novaretti, Martín Romagnoli, Edgar Dueñas y, por supuesto, Alfredo Talavera hicieron estallar La Bombonera.
La ciudad es del Rojo
El rojo de las playeras y banderas se fundió con el blanco de la espuma. Los ríos de gente fluyeron por Morelos, por Hidalgo, caminaron por los Portales, cantaron en la Concha Acústica, agradecieron en la Catedral y se mojaron en El Águila…
Hoy, quince años después, la ilusión está renovada. Hoy Toluca quiere la once.

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