Y así es como la verdad (política) cambia

Y así es como la verdad (política) cambia
Hoy hacen campaña jurando con sangre que ningún programa social se quitará.

De acuerdo a la forma común de pensar, existe solo una verdad. La verdad solo puede ser una, porque si existieran más, tendría que haber un número similar de realidades. No suena lógico para casi nadie que en torno de la realidad haya múltiples verdades, así que es mucho más fiable creer que existe «la verdad» y que el resto son mentiras.

Sin embargo, lo más razonable es decir que hay cientos de interpretaciones de la realidad, solo que terminamos aceptando como «la verdad» aquella que se ajusta a los criterios que nos han sido dados como medios para identificarla. ¿Y quién nos da esos criterios? Bueno, pues quien se ubica en una posición de poder tal que le permite hacerlo.

Todos sabemos que la máxima posición de poder en el país es la Presidencia de la República. Desde esa posición se nos dijo durante décadas que subir los salarios provocaba inflación, que programas sociales que redistribuyeran la riqueza era financieramente insostenible, que llevaría a contraer deuda y que eso iba a tirar la economía. Los que no son tan jóvenes recordarán aquellas campañas políticas en las que se presentaban una serie de criterios para deducir que todo lo anterior era verdad.

Varios sexenios tuvimos como verdad incontrovertible que la competitividad era el único criterio para medirlo todo. Se aceptaban como criterios de verdad, por ejemplo, decir que, si un trabajador no era productivo, no merecía mejores salarios, seguridad social, menores jornadas laborales, vacaciones, etcétera; que si una persona no ahorró durante su vida, se merecía una vejez de miseria; que solo los mejores estudiantes podían acceder a una beca, porque no era adecuado premiar «la mediocridad». Este tipo de criterios se ocuparon para diseñar políticas públicas, instituciones, programas y acciones de gobierno.

Luego, llegó un gobierno como el actual e inscribió en la constitución que era un derecho de las personas mayores «recibir por parte del Estado una pensión no contributiva» (Art. 4). Además, a través del SAT y la procuraduría fiscal, se aplicaron una serie de medidas para desalentar la práctica de la subcontratación de trabajadores, porque les restaba prestaciones y permitía eludir impuestos (outsourcing). De la misma manera, se acordaron con el sector empresarial alzas al salario mínimo que lo llevaron de $88 pesos por jornada laboral a $248. Y, en general, se tomaron medidas que no seguían los antiguos criterios que ya mencionamos.

¿Y qué ha resultado de todo esto? Que «la verdad cambió». Hoy los antiguos opositores a las pensiones, al incremento al salario, a las becas, los impulsores del outsourcing y de la contratación de deuda externa o de las privatizaciones, hacen campaña política prometiendo no acabar con los programas sociales, es más, anuncian incrementos a los mismos o crear nuevos. Hoy hacen campaña jurando con sangre que ningún programa social se quitará, que es algo más que merecido y por ello becas y apoyos sociales son «el camino» por el que el país tiene que avanzar.

¿Qué es lo que ha ocurrido? Sencillamente que se han generado nuevos criterios de verdad para juzgar el modo de plantear las cosas. La nuestra sigue siendo una sociedad profundamente desigual, la brecha entre los grupos más ricos y las grandes masas de gente que vive en pobreza sigue siendo muy amplia, pero parece que nos estamos poniendo de acuerdo en que es verdad que con los programas sociales se fortalece el mercado interno, que deben pagar más impuestos quienes más tienen y que es deber del Estado redistribuir la riqueza; que la cantidad de impuestos que se cobran alcanza para ello y que, incluso, si se hiciera una reforma fiscal para recaudar más, alcanzaría para otras cosas.

La realidad no ha cambiado mucho, lo que parece haber cambiado son los modos de interpretarla y los criterios para aceptar «verdades» como que es justo que haya apoyos sociales o que la disciplina fiscal da resultados. Los números hablan de 5 millones de personas que han salido de la pobreza, incrementos sostenidos en el consumo privado, un peso fuerte frente al dólar, crecimiento económico, incremento en exportaciones, récord en inversión extranjera directa y otros muchos hechos que, si son interpretados como lo hace el gobierno, arrojan como «verdad» algo que hasta hace no mucho era tomado como mentiras.

Queda claro, pues, que «la verdad» es resultado del ejercicio del poder. Eso que hoy nos parece que es verdadero bien puede cambiar si se modifican los criterios para interpretar la realidad. Por lo pronto, veamos con atención lo que se dice en campaña y notemos cómo hay «nuevas verdades» en las que propios y extraños parecen estar de acuerdo.