La violencia demencial que se propaga en el Valle de Toluca es, en parte, producto de la disputa por el control territorial entre las organizaciones criminales de “La Familia Michoacana” y el “Cartel Jalisco Nueva Generación”, pero también para cobrar notoriedad, dejarse ver y hacerse sentir. Las mafias envían mensajes al poder.
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Los alcaldes de Toluca y Metepec nunca se han querido. Son vecinos, pero no se tragan. Diferentes estilos, visiones y grupos políticos confrontados. Sin duda, los resultados de Fernando Flores son mejores que los de Raymundo Martínez, también sus niveles de aprobación popular. Pero como el otro, trivializan la crisis de seguridad que aterroriza a sus municipios. Esto no es de cuates, deben actuar de manera coordinada. Resolver los problemas no es acto potestativo, es su obligación, para eso se les paga. Como diría el clásico, si no pueden, renuncien.
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Más pronto de lo que se cree, trascenderán las renuncias de dos personajes del priismo, un exsecretario de gabinete en la administración anterior, eficaz operador electoral, y en expresidente de la junta de Coordinación Política de la Legislatura. No son los únicos, pero sí de los más notables.
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El que avisa no traiciona. Antes de marcharse, Eruviel comunicó su decisión al expresidente Peña, a quien siempre reconoció como su jefe político; al gobernador Alfredo del Mazo y a la excandidata Alejandra del Moral. Les expuso sus razones y agradeció todo. El senador no tenía mañana en el PRI. También habló con los suyos, los más cercanos, para avisarles y dejarlos en libertad de decisión. Prácticamente, todos se irán con él, menos dos: José Manzur y Raymundo Martínez. Ingratos.
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En los primeros cinco días de julio asesinaron a 30 personas en el Estado de México, promedio de seis por día. De suma gravedad esa violencia, peor aún la impunidad. Los criminales están desatados porque saben que difícilmente recibirán castigo. El secretario de Seguridad, Rodrigo Martínez, el fiscal José Luis Cervantes y el presidente del Tribunal Superior de Justicia deben explicaciones —y disculpas— a la sociedad. No han podido con la encomienda y, por tanto, son corresponsables.