Acapulco sobrevive enterrado y bajo escombros, zonas marginadas reciben ayuda a cuentagotas tras Otis

Quien no supiese que el Huracán Otis tocó tierra el miércoles pasado creería que fue la noche anterior.
noviembre 3, 2023

Ysabela García y Guillermo González

Acapulco luce devastado. Quien no supiese que el Huracán Otis tocó tierra el miércoles pasado creería que fue la noche anterior.

Desde Chilpancingo, capital de Guerrero, las gasolineras lucen llenas. Elementos de la Guardia Nacional y de la Marina resguardan estos establecimientos por los múltiples saqueos en el estado, derivados de la falta de condiciones para sobrevivir de algunos, y el aprovechamiento de otros cuantos.

Este martes, en la carretera México-Acapulco, se observaron camionetas, autos, tráileres y hasta motos llenas de víveres para los damnificados de la tragedia, como agua, papel higiénico y alimentos no perecederos, que llegan de a poco.

No hay retenes de la Secretaría de la Defensa Nacional ni de la Guardia Nacional; ni en Chilpancingo, ni en Acapulco, como aseguraban aquellos que de oficio tienen la infodemia, una de las tantas mentiras. Nadie retiene los víveres, nadie impide el paso. Las casetas, en ese tramo, fueron abiertas a la circulación sin necesidad de pago.

A las zonas periféricas, como siempre, no ha llegado la ayuda y los servicios son intermitentes. La señal de celular es por zonas y varía de acuerdo a la compañía. La gente tiene que caminar decenas de kilómetros para realizar llamadas y poder comunicarse con sus seres queridos, o al menos intentarlo.

Son contados los semáforos que sirven; en los que no, elementos de Protección Civil y Tránsito municipal realizan las faenas de control vehicular, dan paso a la gran cantidad de autos que intentan entrar a Acapulco, y también a los cientos de ciudadanos que deambulan en búsqueda de la ayuda, pues no tienen a dónde ir o qué comer.

El agua también llega por zonas. Colonias como Real de Palmar, tienen servicio intermitente, aunque eso ya pasaba desde antes del huracán.

Poco a poco, los acapulqueños comienzan a retomar sus actividades, aquellos que tuvieron algo que se pudo salvar. Algunas pequeñas tiendas funcionan por fuera de sus instalaciones, otras cadenas más grandes quedaron desechas, por dentro y por fuera.

Al entrar a Acapulco y cruzar la caseta, se ven letreros de gente pidiendo ayuda. Faltan medicamentos, agua potable y alimento, pero las condiciones sanitarias comienzan a preocupar.

El olor es fétido, la basura se acumula en las calles y la falta de agua potable complica la limpieza personal, hay algunos tubos que riegan el agua en la calle, esos donde la gente aprovecha a lavarse la cara y hasta a beber. El cielo despejado ha provocado un calor intenso que, junto con el polvo y la tierra dan una imagen amarillenta y, sobre todo, triste.

Acapulco está irreconocible.

El transporte dista mucho de la actividad cotidiana, aunque hay corridas de autobuses foráneos, los locales tienen que hacer largas filas para usar una camioneta de pasajeros.

Acapulco necesita ayuda. Militares y GN entregan víveres, limpian las calles y acompañan a algunos y damnificados, pero no es suficiente.

La gente necesita ayuda, porque para Acapulco, Coyuca de Benítez, Benito Juárez y demás municipios afectados, no llegó la calma después de la tormenta, sino algo mucho peor.

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