Las elecciones no definen el rumbo del Estado. Debemos advertirlo, sobre todo ahora cuando estamos de lleno en tiempos electorales. Y es importante hacerlo porque no resulta grato ver que la gente sale, vota y no ve cambios sustanciales en sus condiciones de vida. No debe entenderse esto como una descalificación de los ejercicios electorales. No estoy diciendo que es inútil salir a votar, que es mejor no hacerlo, que la abstención es la ruta. Más bien lo que trato de señalar es que la elección de una persona para estar al frente del Estado no es la única acción emprendida para influir en la conducción del gobierno, en la implementación de políticas públicas, en la programación del gasto o en el diseño de los marcos normativos.
¿Quién mueve los hilos?
Así es, hay acciones muy fuertes, emprendidas por grupos poderosos, para que las leyes y los gobiernos funcionen de acuerdo a sus intereses y prioridades. Y este funcionamiento no necesariamente es en beneficio de las mayorías, al contrario. Pero, ¿quiénes son esos grupos poderosos? Eso puede variar, dependiendo el lugar y el nivel de gobierno del que se hable. A nivel global hay élites económicas, por ejemplo, que son excesivamente poderosas y que emprenden estas acciones logrando influir en distintos países y en normatividad internacional. Pero, a niveles micro, en gobiernos locales, hay grupos criminales con suficiente poder para doblegar a un alcalde y obligarlo a operar en beneficio de dicho grupo.
Entonces, estamos hablando de que los partidos políticos, los candidatos, las campañas electorales, los comicios son acciones que buscan influir en la conducción de los asuntos públicos, pero no son la única fuerza. Es verdad que, en regímenes que han adoptado la bandera de la democracia, todos estos actos que tienen que ver con la participación de los ciudadanos a través del voto son necesarios en términos de legitimidad y gobernabilidad, sin embargo, es muy claro que no son la única influencia operante.
Casos hay muchos sobre cómo una elección puede, por ejemplo, estar financiada por ciertos grupos económicos, lograr que un candidato se haga del gobierno y luego pedirle acciones, normas o políticas que les favorezcan. Dicho en palabras simples, pasarle la factura. En esos casos, estamos hablando de candidatos que luego llegan a ser gobernantes sólo para pagar los favores de quienes impulsaron su arribo al gobierno.
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Captura del Estado
Una forma de nombrar esto es con el concepto de Captura del Estado. Algunos lo emplean para referir el ejercicio de influencia abusiva por parte de élites económicas y políticas, para que las leyes y los gobiernos funcionen de acuerdo a sus intereses y prioridades, muchas veces en detrimento del interés general de la población. Cuando una circunstancia así se presenta, resulta evidente que las acciones de gobierno contribuyen a aumentar la brecha de la desigualdad y perjudican la democracia, a pesar de que quien las ejecuta haya arribado al sitio vía el voto popular.
El voto popular es esa especie de requisito que hay que cumplir para llegar al gobierno, sin embargo, no significa eso que el electo vaya a cumplir lo que prometió en campaña, vaya a resolver los problemas sociales y terminar con la pobreza, la desigualdad, la injusticia, etc. Debemos tener esto claro y, al mismo tiempo, reforzar la convicción de que es importante participar, expresar nuestra voluntad a través del voto y luego exigir resultados. Son nuestras obligaciones cívicas y son la única manera de ejercer una resistencia contra los grupos que buscan la Captura del Estado.
En tiempos electorales, para los candidatos no solo se trata de ir a convencer al electorado para que le otorgue el voto. En buena medida se trata también de convencer a ciertos grupos poderosos para que les brinden su apoyo. Ese apoyo puede ser político, económico, ideológico, publicitario, etc. Es sumamente difícil que alguien llegue a ganar una elección sin conseguir esos acuerdos. Y, en caso de que los esfuerzos de los grupos poderosos por comprometer al futuro gobernante no hayan sido exitosos, lo más probable es ver que obstaculicen su gobierno de una y mil maneras o que hasta busquen derrocarlo. De esto hay también muchos ejemplos.
Tiempos electorales
Resulta evidente para todos que estamos en tiempos electorales, no solo en nuestro Estado de México, sino ya a nivel nacional, a unos meses de que arranque el proceso para renovar al Presidente de la República. Es tiempo, pues, para advertir que las élites económicas y políticas, así como los grupos criminales (que son un poder fáctico desafortunadamente muy empoderado en México) buscarán ejercer la fuerza suficiente para comprometer a la futura gobernadora de la entidad o al futuro presidente de la República para operar en su favor en cuanto lleguen al poder. Ellos van a hacer esa labor inevitablemente. A la ciudadanía le toca también hacer la suya mediante la participación bajo una fórmula que puede señalarse así: más apoyo popular a un candidato encarece a las élites la captura del Estado.
Si un candidato no tiene apoyo popular, pero tiene de su lado a esos poderes fácticos, puede ganar y dedicarse a gobernar solo para devolver los favores. Y, a la inversa, un candidato o candidata con más apoyo popular puede ir prescindiendo de apoyos del tipo que hablamos y llegar con menos compromisos a la hora de gobernar. Es bueno advertirlo desde ahora, pues sobre aviso no hay engaño.