Afonía del Cicerone

  Tecnología de punta, en el muro Comenzó. No va a ocurrir como en México que hay que sacar, primero, un permiso al delegado y a los ejidatarios para hacer un muro. TE PUEDE INTERESAR Emergencia migratoria: no se puede ignorar No hay que enviar a las autoridades municipales, estatales, federales y marcianas, el plano […]

 

Tecnología de punta, en el muro

Comenzó.

No va a ocurrir como en México que hay que sacar, primero, un permiso al delegado y a los ejidatarios para hacer un muro.

No hay que enviar a las autoridades municipales, estatales, federales y marcianas, el plano con las medidas exactas, las colindancias y el espesor de la tierra para que, tres meses después, nos contesten que las copias no se ven. No.

Los gabachos comenzarán a levantar el muro sin agua va e iniciarán el bardeado de su rancho y sus bueyes.

El muro no será un obstáculo para que quien quiera pasarse lo haga. Claro, con más peligros y riesgos y con más destreza o esfuerzo.

Un sistema que sí creo será letal para las aspiraciones de los mexicanos en intentar saltarlo es el tecnológicamente impenetrable muro de botellas.

Y es que cualquier mexicano la piensa cuando, al saltarse una barda, miles de pedazos de vidrio de botellas de chesco, cerveza, ron, vodka y rompope yacen en lo alto de la barda en cuestión, con sus amenazantes puntas mirando a todos lados, y bajo una cama indestructible de cemento que las fija ante potenciales malandros.

Encontrar en lo alto de una barda la pedacería de vidrio es tan peligroso como coordinar una campaña priísta al presidente de México.

El muro nos puede venir guango, pero que tenga pedazos de botellas y varillas salidas, debidamente protegidas por envases de Titán, puede ser mortal para las aspiraciones del saltador.

Si le piensan los gringos, ahí puede estar el secreto de cerrar sus fronteras.

A mi cuate El Polo, experto en todo tipo de saltos y cerraduras, le sudaban sus manitas cuando se nos volaba la pelota a un baldío que en todo su perímetro estaba rodeado de una barda de puro ladrillo y llena de vidrios.

Ahí sí no, decía el muy mula, argumentando que faquir no era.

Dos veces al intentarlo salió levemente lastimado de las manos, la panza y una nalga, y profundamente herido en su orgullo. 

Muchas veces utilizó tapetes de un taxi que su padre ruleteaba, y todas las veces chafearon los tapetes, no los regresamos a su legítimo y se cuerearon a mi cuate.

Recemos porque el muro se alto, inmenso imponente, pero no tenga vidrios rotos en su cresta. De ser así, el güero habrá ganado la primer pelea y nosotros nuestro primer desafío.

 

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