Alcaldes inútiles, obras turbias y odio político

Dudar no es solo un acto de inteligencia: es un mecanismo de defensa frente al poder
junio 18, 2025

Dudar no es solo un acto de inteligencia: es un mecanismo de defensa frente al poder, un síntoma de salud democrática y una forma de higiene moral. En tiempos donde se encubren las respuestas y se premian las apariencias, la duda no es sospecha: es necesidad. Estas preguntas no buscan respuestas fáciles, sino abrir grietas donde florezca la conciencia.

1. ¿Y si midieran la ineptitud?

Está bien que ahora estén tan de moda las encuestas para saber qué alcalde es el más popular, el más simpático o el más “bien evaluado”. Pero si de verdad quisieran servirle a la gente, ¿por qué no hacer rankings serios sobre quién es el más bruto, el más cínico, el más corrupto o el más inútil? Sería un servicio público ejemplar. Aunque claro, tal vez habría tantos empatados en primer lugar que no alcanzaría el podio.

a) ¿Por qué nadie propone una encuesta para identificar al alcalde más corrupto, más opaco, más negligente o más ausente del Estado de México?
b) ¿Qué pasaría si en vez de medir «popularidad», midiéramos quién miente con más descaro, quién infla sus cifras, quién se burla del pueblo y presume obra que no hizo?
c) ¿No sería más útil para la ciudadanía saber cuál de los 125 alcaldes es el más incompetente, el más prepotente o el que más se enriquece en lo oscurito?
d) ¿Por qué ciertos ediles, que no pueden ni resolver un bache, aparecen como “bien evaluados” en rankings pagados por ellos mismos?
e) ¿Y si en lugar de medir la aprobación, midiéramos la vergüenza?

Moraleja: La popularidad se puede comprar; la decencia, no.

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2. ¿Y la Fiscalía también construye en silencio?

Que se modernicen las instalaciones de la Fiscalía del Estado de México no es, en sí, motivo de escándalo. Ya era hora de abandonar esos pasillos lúgubres y oficinas con olor a archivo viejo. Pero cuando la opacidad se convierte en el estilo de obra, hasta el mármol más fino huele a sospecha. Ahí, muy cerca de la sede central, se construye un anexo flamante donde antes hubo una agencia de autos. Todo va quedando bonito… pero ¿y la rendición de cuentas?

a) ¿Cuánto costará exactamente la nueva sede y de qué partida salió el recurso?
b) ¿Quién ejecuta la obra y bajo qué criterios fue seleccionada la empresa constructora?
c) ¿Se adjudicó mediante concurso público, invitación restringida o a través de los ya clásicos “motivos de urgencia”?
d) ¿La obra avanza conforme a los tiempos, el precio y la calidad pactados en el contrato?
e) ¿Qué funciones específicas tendrá ese anexo y por qué no se ha informado con claridad su propósito institucional?

Moraleja: La justicia también se construye… pero con transparencia, no con tabiques secretos.

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3. ¿Cómo se cocina un tarifazo en nombre del pueblo?

El secretario Daniel Sibaja tiene sobre la mesa un dilema clásico de la administración pública: ¿gobernar con datos o con miedo? Porque decidir si se aumenta o no la tarifa del transporte público debería ser un acto técnico, no una rendición política. Pero con el pasaje caro, el servicio malo y la paciencia social agotada, un “ajuste tarifario” mal justificado sería dinamita. Sobre todo si lo firma alguien que se dice parte de la transformación.

a) ¿Qué criterios técnicos —no políticos— está utilizando la Secretaría de Movilidad para evaluar la viabilidad de un aumento en la tarifa?
b) ¿Está la administración estatal dispuesta a asumir el costo político de autorizar un alza a un servicio que la mayoría percibe como inseguro, incómodo y caro?
c) ¿Cómo explicaría Sibaja un tarifazo a las familias que pagan dos, tres pasajes diarios en camiones que más parecen cajas de sardinas con ruedas?
d) ¿Puede la 4T, que presume sensibilidad social, justificar que el pueblo pague más por lo mismo… o por menos?
e) ¿Qué pasaría si la decisión final la tomaran los usuarios en lugar de los concesionarios o los políticos?

Moraleja: El transporte público no se mejora con tarifas más altas, sino con gobiernos que bajen de su nube.

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4. ¿Y la paciencia también se agota?

Dicen que gobernar es tener temple. Pero cuando ese temple parece resignación ante el desastre, la paciencia se convierte en complicidad. El ISSEMYM sigue igual —o peor—, los pacientes desesperan, los médicos callan, y el director Ignacio Salgado acumula meses sin despeinarse. ¿Hasta cuándo se va a permitir este estancamiento? ¿Cuánto más puede tolerar la sociedad una institución que no cura, no paga y no responde?

a) ¿Cuántos meses más puede resistir la gobernadora sin exigir resultados visibles en la reestructuración del ISSEMYM?
b) ¿Qué está haciendo (o no haciendo) Ignacio Salgado, y por qué nadie en el gabinete le exige una ruta clara de acción?
c) ¿A qué se debe la parálisis institucional: a falta de dinero, de voluntad, de visión o simplemente de vergüenza?
d) ¿Se cree que con comunicados institucionales y mesas de trabajo se resuelve una crisis que ya está dejando muertos?
e) ¿Hasta dónde llegará la paciencia social antes de que los derechohabientes, hartos, dejen de esperar y empiecen a exigir?

Moraleja: La paciencia es una virtud… pero en política, también puede ser una forma muy elegante de traición.

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5. ¿Y quién se alimenta del odio ajeno?

Cuando el debate público deja de ser político y se convierte en un reality de miserias ajenas, ya no hablamos de crítica, sino de circo. Al alcalde de Almoloya de Juárez, Adolfo Solís, y a su pareja, la diputada Vanesa Linares —ambos del Verde— les llueve no por sus cargos, sino por su vida personal. Y detrás de tanto hate gratuito, cabe una pregunta incómoda: ¿a quién le conviene que se desmoronen emocionalmente?

a) ¿Por qué se ha normalizado atacar a los servidores públicos por su vida privada cuando no hay pruebas de delitos ni señalamientos éticos reales?
b) ¿Quién gana políticamente si ellos pierden emocionalmente, y qué clase de adversario se alegra de eso?
c) ¿En qué momento dejamos de pedir cuentas y empezamos a disfrutar el sufrimiento ajeno?
d) ¿Hay operadores políticos que se especializan en alimentar campañas de odio que nada tienen que ver con el servicio público?
e) ¿Hasta dónde puede llegar la maldad de quienes no buscan justicia ni verdad, sino simple y llana destrucción personal?

Moraleja: El odio como estrategia política es siempre más barato que el pensamiento… y más venenoso que la verdad.

El poder no teme a la crítica: teme a las preguntas que no puede esquivar. Por eso vale más una duda incómoda que cien verdades prefabricadas. No queremos certezas enlatadas, queremos saber: ¿quién decide, quién se beneficia, quién se esconde, quién se ríe mientras otros esperan? Porque allí, en esa incomodidad, empieza la justicia.

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