“Tomen su lugar en la batalla y hagan lo que saben hacer, para bien o para mal. Queremos constancia de mayoría, no de buena conducta. Salgan y ganen la elección, que tienen mucha candidata y tendrán mucha gobernadora”, se escucha arengar a Alejandra del Moral a un grupo de personas con chamarras rojas. La construcción verbal de la candidata de la alianza encabezada por el PRI, derivó en escándalo magullándole la imagen pública. Fue una incitación al fraude, han interpretado sus adversarios aprovechando sin desperdicio el yerro frente al pésimo manejo de crisis y control de daños de su equipo de comunicación. Una tras otra pierde absurdamente la batalla mediática y la disputa de la narrativa por el cambio.
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Ese “queremos constancia de mayoría, no de buena conducta” de Alejandra evoca en la memoria colectiva el cínico “haiga sido como haiga sido” de Calderón, después de las controversiales elecciones presidenciales de 2006. Azuzar a las bases ávidas de triunfo a salir a imponerse, así tenga que ser por la mala, no es de demócratas e incita el delito. Alejandra debe aclarar y rectificar de inmediato. Esos desplantes podrán ganarle simpatías entre los priistas y construir espíritu de cuerpo, pero en el resto de la sociedad, que representa la inmensa mayoría, genera indignación y repulsa.
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La candidata del PRI y aliados no necesita de eso para lograr una ventaja competitiva. Nadie puede reconciliarse agraviando, nadie puede cambiar siendo igual. Eso es un contrasentido. Las alertas amarillas seguramente se han pendido, esa no es la ruta.
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En el PRI, se cuestionan ¿quién filtró la grabación? No es la primera vez que los más duros golpes contra su candidata vienen de adentro. Más que una conjetura es una obviedad, y está claro que hay priistas que no están de acuerdo con la candidata y evidentemente no le son leales. Eric Sevilla, el disminuido presidente del Comité Directivo Estatal, debería pronunciarse al respecto.
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Hay una bola de rufianes, vividores de la política, crápulas, que han logrado colarse en las campañas de ambas candidatas. La mayoría son mercenarios que ofrecen servicios hoy para cobrarlos mañana. Su lugar debería ser la cárcel, pero si tienen suerte, mañana podríamos verlos como funcionarios en el servicio público o como representantes populares. Es una vergüenza.