Con motivo de la entrega-recepción de la Administración Pública Estatal, no todos los mandos medios y superiores de manera institucional se han preparado para entregar la estafeta a su relevo, llama la atención el caso de directores generales que han venido renunciando y nombrando «encargados».
Algunos se han separado para tramitar su jubilación, claro, sin tener que esperar los dos o tres años para recibir su procedencia del ISSEMyM, como cualquier servidor público común y corriente, usando para ello sus influencias; otros han renunciado antes para no doblegar su orgullo o preparar su escape, y algunos más, sobre todo en la Secretaría de Educación, se han basificado para ocultar su permanencia y detonar desde adentro cuando haga falta.
Estos modernos caballos de troya, al ocupar una base sin concurso alguno, comenten una triple falta: primero, le quitan un lugar a quien pudiera ser merecedor a ello en un transparente escalafón o servicio social de carrera; dos, se ocultan para engañar a los que llegan para operar en contra de los entrantes; y tres, seguir beneficiándose del presupuesto, no tienen llenadera.
En todos los niveles, además, se han beneficiado también con las llamadas bases a familiares y amigos —cómplices—, una manera de identificarlos es seguir las fechas de sus trámites administrativos de alta, una práctica muy priista que antes se presentaba con los sindicalizados en el Ayuntamiento y ahora se aplica a nivel central.
Hay múltiples ejemplos, evidenciarlos evitará dolores de cabeza a los entrantes, aunque quizá no sea tan difícil detectarlos, solitos se exhiben, ya que en sus círculos cercanos se ufanan descaradamente de su «estrategia». Un caso paradigmático que se comenta en redes sociales es la Dirección General de Educación Superior, cuyo extitular pretende reaparecer en nómina, pero ahora como investigador educativo, veremos si pasa inadvertido.