Campañas en tiempos de pandemia

Campañas en tiempos de pandemia
Ayer arrancaron formalmente las campañas políticas para la renovación de la Cámara de Diputados Federal. Se suman a las campañas para elegir gobernadores en varias entidades del país, que ya habían arrancado hace unos días, y muy pronto iniciarán las dedicadas a la renovación de ayuntamientos y congresos locales. En cosa de semanas, el territorio […]

Ayer arrancaron formalmente las campañas políticas para la renovación de la Cámara de Diputados Federal. Se suman a las campañas para elegir gobernadores en varias entidades del país, que ya habían arrancado hace unos días, y muy pronto iniciarán las dedicadas a la renovación de ayuntamientos y congresos locales. En cosa de semanas, el territorio nacional estará nuevamente en medio de campañas políticas a todos los niveles.

Como es la costumbre, esta temporada es la de organizar marchas y mítines, la de atiborrar el espacio público con propaganda (bardas, lonas, pendones, volantes, etc.), la de saturar con spots proselitistas las frecuencias de radio y televisión y los espacios virtuales y periodísticos con promoción de candidatos y partidos. Sin embargo, la presencia de la pandemia de Covid-19 exigirá que varias cosas cambien.

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No sólo será poco recomendable hacer concentraciones humanas con fines político-electorales (aunque sean en espacios abiertos como plazas y jardines), sino que la propaganda parecerá un derroche absolutamente innecesario en tiempos en los que el país atraviesa por varias crisis derivadas de la pandemia.

Sabemos todos que millones de personas han sufrido las consecuencias de la suspensión de actividades para tratar de disminuir los contagios del nuevo coronavirus. Todos hemos experimentado la pérdida de familiares, amigos, vecinos o compañeros a causa de la pandemia. Hay en el entorno un permanente temor por un nuevo re-brote y, de hecho, algunos pronósticos indicarían que, tras el periodo vacacional (en el que mucha gente decidió salir), la “tercera ola” de contagios es casi inevitable.

De confirmarse este pronóstico nada alentador, las campañas políticas coincidirían precisamente con un incremento importante en el ritmo de contagios, lo cual derivaría en demanda excesiva de servicios médicos (hospitalización, medicamentos, oxígeno, etc.) y, desafortunadamente, servicios fúnebres. Igualmente, las autoridades muy seguramente se verán en la necesidad de volver a restringir algunas actividades en espacios públicos, tal como ya se ha hecho en otras etapas de la pandemia, que ya cumplió un año.

¿Qué tipo de mensaje tendrá que transmitirse en medio de una situación como la que vive el país y el mundo entero?

Todo lo anterior es, desde luego, un escenario no deseable pero sí probable. Todos quisiéramos que la vacunación haga su labor y contribuya a que los casos no se presenten con el ritmo que se observó a finales del 2020 y principios del presente año. No obstante estos deseos, lo que hoy se está viendo en América del Sur y buena parte de Europa nos tendría que alertar sobre lo que podría venir.

En este marco, la cuestión es cómo tendrán que desarrollarse las campañas políticas bajo un escenario tan inédito como este. ¿Qué tan válido sería que las autoridades restringieran los actos políticos, de la misma manera que se prescribe cerrar espacios en donde se concentran las personas, como una plaza comercial, un parque o un gimnasio? ¿Qué tan prudente es derrochar el dinero en propaganda cuanto la gente está necesitando ayuda por no tener empleo o haber cerrado las puertas de su negocio?

De la misma manera ¿cómo resistirán los partidos y candidatos a la tentación de lucrar con la necesidad de la gente y entregar recursos tratando de condicionar el voto? Entregar despensas, por ejemplo, en estos tiempos de grave crisis, a cambio del voto en junio es algo que muy seguramente ya está ocurriendo. Tratar de hacer proselitismo con la aplicación de las vacunas anti-covid seguramente también será muy tentador para algunos.

Desde cualquier ángulo que se le mire, las campañas de este año van a tener que ser distintas. No son sólo las condicionantes sanitarias derivadas de la pandemia, sino el propio contenido político de ellas. ¿Qué tipo de mensaje tendrá que transmitirse en medio de una situación como la que vive el país y el mundo entero? ¿Qué tienen por ofrecer candidatos y partidos a una población dolida, diezmada, temerosa? ¿Quién está dispuesto a escuchar promesas? Porque debe decirse con toda claridad, una campaña proselitista es básicamente un compendio de promesas: de cosas que se harían en caso de ganar.

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Lo que se promete en campaña siempre es lo que no existe pero que podría existir. Todo candidato (al puesto que sea) desempeña el papel de decir qué y cómo se deben atender las cosas públicas; y, además, debe parecer lo suficientemente veraz como para que le crean que en realidad sabe cómo hacerlo.

El tamaño y complejidad del problema de salud pública que enfrentamos actualmente ha hecho ver mal a gobernantes y políticos en todos lados. Porque así sea en Europa, Asia o América, las autoridades y los partidos políticos se han visto rebasados por una pandemia que tomó desprevenidos a todos. Los contagios se cuentan por decenas de millones y los decesos no dejan de crecer en todo el mundo. A los gobernantes y políticos en general se les ha tachado de insensibles, poco preparados, incongruentes, frívolos, entre otras cosas. Básicamente se les ha señalado por actual mal, tarde o erráticamente.

Estas críticas son normales, porque la actividad política se alimenta de que la gente reciba incentivos para creer en alguien que le promete cosas. Cuando ese alguien deja de ser creíble, lo más natural es la crítica. Poco se puede creer después de las pérdidas que ha ocasionado la Covid-19 y, sin embargo, viene el proceso electoral y las campañas proselitistas ya están aquí. Hacer campaña en tiempo de pandemia será también una prueba para todos, políticos y ciudadanos. Las situaciones coyunturales o de crisis son más propicios para hacer política, es decir para emprender esfuerzos encaminados a modificar el estado que guardan las cosas públicas. El sentido de credibilidad siempre es trastocado por situaciones de crisis. La credibilidad de los políticos y sus partidos también está afectada por la pandemia. Vamos a ver qué tan hábiles son para desarrollar su papel de que les crean que algo es posible.