Como conejillos de indias

Ahora que recién inicia el ciclo escolar, encuentro propicio el momento para reflexionar sobre un aspecto nodal en el futuro de la educación en el país, sobre todo de la educación básica. La Secretaría de Educación Pública (SEP), hasta hace una semana al mando del señor Chuayffet, se introdujo desde hace algunos años a una […]

Ahora que recién inicia el ciclo escolar, encuentro propicio el momento para reflexionar sobre un aspecto nodal en el futuro de la educación en el país, sobre todo de la educación básica. La Secretaría de Educación Pública (SEP), hasta hace una semana al mando del señor Chuayffet, se introdujo desde hace algunos años a una dinámica de replanteamiento de su sistema de organización escolar a partir de varios trabajos conjuntos que se vienen realizando con el Banco Mundial. El rumbo que ahora se sigue conduce a enfocar el funcionamiento de las escuelas a partir de un concepto desarrollado en Inglaterra para “medir” el funcionamiento de las instituciones: la gestión.

Dos profesores, John Van Reenen y Nicholas Bloom, uno de la London School of Economics, en Cambridge, y otro de la Universidad de Stanford, en la Unión Americana, diseñaron hace ya algunos años una metodología para identificar la forma en que se toman las decisiones al interior de una institución y con ello revelar por qué hay reacciones diferenciadas ante un mismo estímulo. Para ello decidieron poner atención a la gestión interna.

Este modelo teórico, por algunos caminos que ahora no viene al caso detallar, ha permeado el discurso en las políticas internas de la SEP. Como parte de las reformas que se hicieron en materia educativa desde el año 2013, se agregó a la Ley General de Educación la idea de la “gestión escolar” como elemento central. Su expresión más acabada se encuentra en el Artículo 28bis de esa ley, que a letra dice: “Las autoridades educativas federal, locales y municipales, en el respectivo ámbito de sus atribuciones, deberán ejecutar programas y acciones tendientes a fortalecer la autonomía de gestión de las escuelas”. Como puede verse el término de “gestión” toma ahora un rol protagónico; se ha hecho una apuesta en el sentido de que, mientras una escuela posea mayor autonomía de gestión, mejores serás sus prácticas educativas.

Hace una año, en el Diario Oficial de la Federación se publicó el Acuerdo 717 de la SEP que define la “autonomía de gestión escolar” como la capacidad de la escuela de educación básica para tomar decisiones orientadas a mejorar la calidad del servicio educativo que ofrece. Y de este principio desprende la convicción de que “una escuela con autonomía de gestión genera las condiciones que den lugar a que todos y cada uno de sus alumnos haga efectivo el derecho a la educación”.

Bueno ¿y qué quiere decir eso en términos prácticos? El mencionado Acuerdo 717 sostiene que para fortalecer su autonomía de gestión una escuela requieren de la atención permanente de las autoridades educativas locales y municipales; también necesita del liderazgo del director y de que sus profesores operen colegiadamente; igualmente debe diseñar sistemas adecuados para la supervisión permanente de los procesos de enseñanza y de aprendizaje que se producen en las aulas; esto debe hacerlo recibiendo asesoría y apoyo de agentes externos y propiciando el involucramiento de los padres de familia y de la comunidad en general para que de manera colaborativa participen en la toma de decisiones y se corresponsabilicen de los logros educativos.

Todas estas ideas abrevan de esa noción teórica de los profesores Van Reenen y Bloom sobre la importancia de una buena gestión para la obtención de mejores resultados en organizaciones y empresas. Tales planteamientos, gestados básicamente en las aulas de la Universidad de Cambridge ha dado lugar a una iniciativa a nivel mundial que se denomina World Management Survey , lo cual podría traducirse como Encuesta Mundial sobre Gestión. Ese instrumento se ha aplicado en escuelas primarias de México en una prueba piloto, y en el primer cuatrimestre del año un investigador del Banco Mundial reveló los resultados preliminares, asegurando que “México se ubica con un bajo desempeño en la gestión escolar, similar al que alcanzan naciones como Brasil e Italia, pero por debajo de Estados Unidos y Gran Bretaña”.

A partir de los resultados de ese estudio piloto en breve se estará iniciando un estudio más amplio para determinar en qué nivel de autonomía de gestión se encuentran los directores de las escuelas de educación básica y se hará aplicándoles un instrumento derivado de la World Management Survey. Se espera que los resultados permitan diseñar una estrategia aplicable a todos los directores de las escuelas para convertirlos en los líderes de instituciones con suficiente autonomía de gestión como para tomar las decisiones que deriven en mejor educación para los niños.

Desde ya los directores, maestros, alumnos y padres de familia deberán hacerse a la idea de que sus decisiones, los mecanismos a través de los cuales las tomen y el seguimiento a las mismas serán los ejes de la política a seguir desde la SEP. Un problema es que nuestros directores llegan a su posición después de años de desempeñarse frente a grupo, vaya no provienen de una escuela en la que se formen gerentes, ahora se les pide serlo para encabezar una buena gestión. La educación básica en México está por el momento en carácter de conejillo de indias.