Hace como medio siglo se realizó en el Estado de México, para ser precisos en Avándaro, el festival Rock y Ruedas. Después de ello, el entonces presidente de la República, Luis Echeverría, prohibió los conciertos de rock y se penalizó a las estaciones de radio que transmitieran este género. Este último no murió, no se dejó de producir y escuchar rock nacional y extranjero. Mencionar brevemente este caso histórico, nos permite plantear la pregunta de si las prohibiciones de los corridos tumbados o bélicos podría obtener resultados diferentes en la actualidad.
Sabemos que ya varios gobiernos estatales han empezado a prohibir y han anunciado sanciones para aquellos que interpreten este tipo de música. Desde el propio gobierno Federal y desde el poder Legislativo se ha amagado con acciones y normas que apuntan en el mismo sentido: prohibir. El argumento tiene que ver con los contenidos de estas canciones. Se afirma hacen apología de la violencia y ensalzan las acciones y personajes vinculados al narcotráfico.
Corridos: un camino con historia
Creo que hoy casi nadie desconoce este tipo de música que, de unos años a la fecha, se ha erigido como un género de consumo amplio. Sobre todo entre sectores juveniles de la población. Primero aparecieron los llamados narcocorridos, que pueden ser tomados como una variación del corrido mexicano, con ritmos como la polca, el vals y la mazurca. En ellos se narran principalmente historias del tráfico de drogas, se hace una exaltación de esos personajes y sus lujos.
Agrupaciones como los Tigres del Norte fueron identificados con este género. Luego fue el “movimiento alterado”, protagonizado por intérpretes como Alfredo Ríos “El Komander”, Gerardo Ortiz, Larry Hernández, y agrupaciones como los BuKnas de Culiacán y los Titanes de Durango. De acuerdo con quienes han estudiado este fenómeno, la fuerza de este género se potenció en el marco de la Guerra de Calderón contra el narcotráfico. En esa marea se colaron los corridos enfermos, corridos progresivos, bélicos y otras variaciones.
Ya más recientemente aparecieron lo que hoy se conoce como corridos tumbados. Para algunos musicólogos quizá ni siquiera debieran clasificarse como corridos, porque se alejan del género tradicional que lleva ese nombre. Además, incorporan ritmos urbanos como el rap, el reguetón y el trap latino. En sus letras están la violencia, el sexo, el consumo y tráfico de drogas. Siempre sin apartarse totalmente de ese sentido aspiracionista ya presente en el género del corrido, pero ahora equiparado con lujos, mujeres y dinero.
¿De quién es el problema de la violencia?
Este tipo de expresiones musicales están colocadas como blanco de algunas autoridades, a partir de una mirada más bien simplista que equipara la música con el problema del narcotráfico. No es así, estamos hablando de dos cosas totalmente distintas, aunque no distantes. El tráfico y consumo de drogas es una actividad ilícita, pero humana; como tal, históricamente busca la manera de generar sentido, de producir símbolos, íconos, fuentes de identidad. Esto ocurre no solo en la música, sino en el habla, en la vestimenta, en las interacciones. Se trata, pues, de expresiones socioculturales.
No es posible conseguir que las acciones se dejen de realizar prohibiendo un producto simbólico-significativo. Cuando los colonizadores prohibieron a los pueblos mesoamericanos adorar a sus dioses, no consiguieron con ello anular su vida espiritual y cosmogonía. Las expresiones culturales tienen una muy compleja mezcla de elementos materiales e inmateriales que no es posible aniquilar prohibiendo un componente.
En mi particular gusto, los corridos tumbados no tienen ningún valor estético, no me dicen nada, no me transmiten emoción alguna, no los escucho y no me identifico con nada de lo que en ellos se consigna. Pero que a mí en lo personal no me generen nada de ello, no quita que a otros miles, millones, sí les comunique algo, sí les guste o sí se corresponda con sus necesidades identitarias.
Consecuencias de escuchar corridos
¿Qué pasó con los rockeros de Avándaro? ¿Todos se volvieron drogadictos, promiscuos, libertinos y delincuentes como se les etiquetaba? No. Muchos de ellos siguieron su vida “normal”, se incorporaron a la sociedad de manera productiva, mudaron de gustos y hasta se metieron a la política. ¿Todos los que escuchan corridos tumbados terminarán como sicarios, dealers, capos o buchonas? Yo pienso que no.
Lo que ese género musical aporta a la música habrá que dejárselo a los musicólogos, pero en lo que respecta al modo en que social y políticamente se jerarquizan los significados es pertinente lanzar las siguientes preguntas: ¿si todos los grupos que se disputan el poder (es decir la facultad de gobernar las voluntades de la población) invierten gran cantidad de recursos para posicionar significados, por qué los que generan los grupos delictivos se han posicionado con esa fuerza? ¿No hay desde otros ámbitos (empresa, gobierno, arte, academia, religión, etc.) significados que comuniquen algo a la población para que ese algo se posicione con más fuerza? ¿Contra qué significados están compitiendo Peso Pluma y similares? ¿Quién va ganando y por qué? ¿La tentación de prohibir obedece a que no se tienen los elementos simbólico-significativos para vencer en la batalla por la jerarquía de valores, principios e ideología?

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