“Trámite”, partido definido… David contra Goliat. Aquella pequeña chance que tenía Bravos de Juárez se diluyó con el pasar de la noche coahuilense. Se hablaba de milagros, de una gesta imposible, de un partido cuesta arriba salvo una hecatombe del tamaño del estadio… del tamaño de aquella noche del 2024 cuando el Herediano apagó el espíritu de miles de aficionados.


Alexis Vega, aún sin actividad. Decisión inteligente considerando el calibre del partido y que toda la carne deberá ir al asador a partir de semifinales. Recapitulando lo que fue la ida en tierras bravas: un susto inicial de los verdes, que hicieron temblar al campeón, aunque este, aun sin puntería, le dio la vuelta al compromiso para llevarse una ventaja casi lapidaria a la capital mexiquense.
Los milagros sí se estaban dando en esta liguilla: el xolaje del niño Mora ganándole 3-0 a Tigres, Monterrey remontando al América en los minutos finales. ¿Habría espacio para tres milagros en una misma eliminatoria?

La fiesta diabla
Mesa puesta. Tifo precioso en el Nemesio Diez. La directiva haciendo su parte y la gente… ni se diga. Hace algunos ayeres, un partido contra Bravos difícilmente habría tenido tal nivel de asistencia. Esta noche, todo cambió.

Concisa y poética, la narrativa del tifo: David contra Goliat. Un guerrero fuerte, imponente, aterrador, para las valientes almas que osaran pisar la casa de Belcebú. Si el estadio de Santos es la “casa del dolor ajeno”, el Nemesio —en tiempos recientes— es la casa del terror ajeno, un miedo que se pudo percibir en los Juanga Boys apenas iniciado el partido.



Toluca avisaba con un gol anulado a Paulinho. El dueño de la pelota imponía las reglas del juego, aunque, una vez más, el gol brillaba por su ausencia. De rodillas, un defensa juarense bloqueaba un cabezazo: como si rezara, como si buscara apoyo divino para salvarse.





Los minutos pasaban; un estrés compartido se percibía entre cada persona que asistió la noche de sábado al estadio. Varini y Mohamed expresaban su molestia con el cuerpo arbitral, que poco podía hacer por calmar a jugadores y cuerpo técnico frustrados, molestos por no conseguir ni acercarse ni alejarse de la ansiada semifinal.


Las llegadas parecían una calca de lo vivido el miércoles. Cual presa restregándole al cazador la cercanía de la victoria, el balón bailaba en el área a la espera de ese disparo que trajera la calma. Jurado, determinante; y el gol, atorado en las gargantas, junto con un suspiro ahogado que le aceleraba el corazón hasta al más apático.

Pese a no haber marcado gol, Toluca no le concedió a Juárez en ningún momento una oportunidad: ni una pizca de esperanza, ni un balón fortuito. Los Diablos avanzan en un encuentro de trámite, inteligente y con paso firme para soñar con el bicampeonato.

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