¿Se siguen quedando nuestros jóvenes?

¿Se siguen quedando nuestros jóvenes?
Hay menos niños en edad de ir a la educación básica y más jóvenes accediendo a la educación media superior y superior.

De manera casi invariable, imaginamos la vida como una marcha. Pensamos en que vivir es como caminar, que se trata de ir siempre hacia adelante, de no quedarse, no retrasarse o, sencillamente, expresamos la imagen mental de “salir adelante” como imperativo de vida. Es debido a esta estructura de nuestro pensamiento que acuñamos frases como “que nadie se quede atrás”, lo cual bien puede tomarse como una proclama de carácter político.

Uno de los ámbitos donde más se ocupa este tipo de expresiones y de mirada es en la educación. La escuela es entendida como esa especie de vehículo que nos permitirá avanzar, adelantarse, alcanzar las metas. Y, por el contrario, también puede ser un sitio en el que algunos “se queden”. Recuerdo que en la primavera de 2015 publiqué en este mismo espacio una colaboración titulada “¿Dónde y por qué se están quedando nuestros jóvenes?” El tema, desde luego, tenía que ver con la deserción escolar.

En aquella colaboración analizábamos los números de nuestro sistema escolar y poníamos especial atención en aquellos chicos que “se quedan” en el camino, los que desertan, que abandonan la escuela sin concluir toda la ruta. Hace una década los números indicaban que la educación básica significaba 73.4% de toda la matrícula en el país y que estaba integrada por 25.9 millones de menores, distribuidos así: 4.9 millones en educación preescolar, 14.8 millones en la escuela Primaria y 6.3 en la Secundaria.

La deserción se notaba más en el paso de la secundaria a la Preparatoria o Bachillerato, pues en ese nivel estaban matriculados 4.4 millones de jóvenes, es decir, 10 millones de los que estudiaron la primaria “se habían quedado en el camino” y no llegaban al nivel medio superior. Y, luego, en el nivel superior la matrícula era de 3.3 millones, es decir 1.1 millones menos de los que estaban en bachillerato. Por esta razón, por esos números es que llamábamos la atención acerca de que millones de niños y jóvenes “se estaban quedando”.

¿Han cambiado las cosas en los últimos años? La secretaria de Educación Pública, Leticia Ramírez, afirma que sí. Dijo, la semana pasada, ante el Senado de la República, que actualmente “de cada cien alumnos que ingresan a la educación básica, 84 acceden a cursar su bachillerato, cifra que sólo llegaba a 66 de cada cien al inicio de la actual administración”.

Su comparecencia se dio como parte de la Glosa del V Informe de Gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador y en ella aseguró que la tasa de abandono escolar en Educación Media Superior disminuyó a 8.7 por ciento, en comparación con el ciclo 2017-2018, cuando alcanzó 14.5 por ciento. Asimismo, sostuvo que “se registró el máximo histórico de ingreso a programas de licenciatura, ya que 89 de cada 100 egresados de bachillerato se incorporaron a alguna institución de educación universitaria”.

Analizando el Informe presidencial se advierte que son menos los estudiantes que los reportados hace 10 años. Hoy la matrícula de la educación básica reportada por la SEP son 24.1 millones de alumnos, eso representa 1.8 millones menos que los reportados cuando iniciaba la administración federal anterior. Pero en el nivel medio superior hoy se reportan 5.4 millones, es decir un millón más. Y, todavía más sorprendente es el incremento en la educación superior, que hoy reporta 5.2 millones de estudiantes, muy por arriba de los 3.3 millones de los que hablábamos en 2015 con los datos disponibles para entonces.

A la luz de esta cifras se podría sugerir que hay menos niños en edad de ir a la educación básica y más jóvenes accediendo a la educación media superior y superior. Es notorio cómo se está modificando nuestra pirámide poblacional: cada vez la tasa de natalidad es menor y, consecuentemente, hay menos niños queriendo entrar al preescolar o a la primaria. Pero de los que iban a la primaria hace una década, un número muy alto sí logró concluir el bachillerato y hasta ingresar a los estudios superiores.

La SEP y el propio informe presidencial atribuyen este “salto” en las cifras a las becas otorgadas en todos los niveles. Se habla de que, tan sólo el año pasado, recibieron una beca 12 millones de estudiantes de todos los niveles educativos. Yo pensaría que, en efecto, las becas han ayudado, pero también están los factores relacionados con la vida de las personas a nivel nacional y las condiciones de vida: nacen menos niños, los padres buscan darles más y mejor educación, la oferta educativa es plena, la gente cada vez vive más en zonas urbanas y con acceso menos complicado a los planteles, padres con estudios universitarios que quieren que sus hijos los emulen, obligatoriedad legal del bachillerato.

Vale la pena nuevamente la pregunta de hace casi una década: ¿dónde y por qué se están quedando nuestros jóvenes? Hoy se están quedando cada vez menos en el tránsito de la educación básica a la media superior y superior. Muchos factores han operado para ello, pero creo que seguimos teniendo un problema respecto al empleo de quienes han logrado concluir los estudios universitarios (que según las cifras cada vez son más).

Quizá estamos venciendo esa incapacidad que tenía el país de mantener al mayor número posible de niños y jóvenes en las aulas, pero luego viene el desafío de generar las condiciones para que, una vez que concluyen su formación, tengan espacios donde desarrollar sus habilidades cognitivas y socioemocionales, sin tener que padecer empleos precarios, subempleo, desempleo, migración etc.