Diciembre siempre invita a la nostalgia y al recuento. A solo 16 días de despedir al 2025, Toluca es bicampeón. La incredulidad se mezcla con festejo y orgullo: una alegría profunda que tomó por sorpresa a toda la ciudad.
Toluca fue el escenario perfecto para un milagro así. En una ciudad acostumbrada al caos cotidiano —el transporte deficiente, las marchas, la rutina pesada—, el futbol hizo justicia.
Por una noche, y por muchas más, el ánimo colectivo cambió. La recompensa llegó para una afición que aprendió a resistir.

Los 15 años sin título no fueron producto del abandono ni de la falta de ambición. En el futbol mexicano, donde el formato castiga incluso al que mejor juega, Toluca acumuló frustraciones, derrotas crueles y finales amargas. Una tristeza persistente, gris como su zona industrial, que se fue cargando torneo a torneo.
Por eso, esta alegría no borra el pasado: lo resignifica. Toluca sabe perder, sabe sufrir y, por eso, hoy celebra distinto. Las victorias no están para olvidar el dolor, sino para darle sentido.

El día que nevó en las calles de Toluca
Después de una noche de cláxones, abrazos interminables y pocas horas de sueño, había que volver a ponerse el jersey. El de gala. El Ayuntamiento anunciaba la ruta de la caravana y, casi de inmediato, comenzaron los planes entre amigos, familias y desconocidos unidos por el mismo color.
Había que sacudirse el cansancio y afinar la garganta para gritar una vez más antes de despedir el año.

Banderas del Toluca en cada esquina, espuma, playeras, llaveros y unos cuernos luminosos que mezclaban la Navidad con el festejo. El frío decembrino se sentía, sí, pero la alegría era más fuerte. Ese júbilo no venía de las fechas, venía del futbol, de una ciudad que volvió a sentirse viva.
No había manera de salir limpio. El jersey terminaba manchado de blanco por la espuma lanzada por niños y no tan niños.
Como si hubiera nevado, el aire se llenó de esa magia improvisada que invitaba a reír, a correr, a disfrutar sin pensar demasiado. Un juego colectivo, como el equipo.

“Si tengo un hijo, le voy a poner Alexis”
Entre la multitud, entre risas y brindis improvisados, una frase se escuchó clara:
“Si tengo un hijo, le voy a poner Alexis”.
Y no era exageración. Porque 2025 no se queda solo en vitrinas. En unos años, las listas de las escuelas en Toluca comenzarán a llenarse de nombres como Alexis, Joao, Marcel.
Este campeonato no solo cambió la historia del club, también dejó huella en una generación que crecerá escuchando cómo el Diablo volvió a reinar.
Toluca no festeja como otros. Festeja con memoria. Con calles que han visto lágrimas y hoy ven sonrisas. Con una afición que aprendió a esperar, a resistir y, finalmente, a creer.

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