Ecatepec, México, 8 de abril de 2018. El laberinto de la colonia San Miguel Xalostoc termina en un cubo de lámina y trapos que rebosa basura, cercado por una malla de acero. Alrededor de este cuadrado, de aproximadamente 30 por 50 metros, en forma de cuartel —por referirnos a él de un modo más preciso- hay lavadoras en desusos, llantas, rines, bolsas de basura, tinacos y costales de añejo contenido que entre los resquicios que dejan se revela la presencia de alguien que observa. Adentro se escucha movimiento. El cubo está abierto por uno de sus lados para dejar el paso franco, por lo menos eso cree uno cuando se decide a cruzar. Todo recuerda a una frontera, porque este paso no es más que una garita, la transición entre una marginación tenebrosa y otra peor, en el mismo lugar geográfico.
Del otro lado está Cartolandia, un micro-país que se construyó con sigilo, aprovechando la miopía de los de afuera; con la prisa de quienes nada tienen porque dejaron todo atrás. Sin que nadie dijera nada, creció junto a las vías del tren, en el paso de La Bestia, la línea férrea que, desde el sur, muy allá, en la estación del pueblo de Arriaga, Chiapas, sale con rumbo a la Ciudad de México para terminar su recorrido en la frontera de Reynosa, Tamaulipas, en uno de sus ramales, mientras que por otro llega hasta los límites de Sonora y Baja California con Arizona y California. Va cargado de migrantes, y la escena es uno de los tantos espectáculos miserables que ofrece el país, pero en éste los protagonistas son quienes tuvieron que abandonar su tierra, por las razones que sean, pues ésas son ya lo de menos.
En 2014, Frontera Sur, un plan firmado entre México y Estados Unidos, trataba de atemperar la ola de migrantes provenientes de todas partes del mundo, pero principalmente de Centroamérica, que para ese año ya expulsaba a 90 mil personas. Otros grupos llegan desde Ecuador, en Sudamérica, un país que no exige visa a nadie y que para África resulta una ruta para desplazarse por tierra hacia Estados Unidos, aunque primero deban cruzar el infierno colombiano, que es el territorio que dominan las guerrillas de las FARC.
Cartolandia está en Ecatepec, Estado de México, el municipio más inseguro del país, según datos de la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU), aplicada en 2017, la cual reveló que casi 93 % de quienes viven ahí se siente en peligro. Aunque lo cierto es que no se necesita ninguna encuesta para darse cuenta de esto, cuando el río de los Remedios atraviesa el municipio y su negrura es la fosa líquida más grande del Estado de México. Aquí, según se lee en una averiguación previa de la antigua Procuraduría estatal, una sola banda, “Los Milis”, arrojó al menos 60 cadáveres de mujeres, en el 2012.
En Ecatepec lo que sobran son asesinatos, como en Cartolandia casas de lámina y armas de todo tipo en su periferia. Ahí, en Ecatepec, se quedaron a vivir algunos de los que no pudieron continuar su viaje, extranjeros y mexicanos, todos adheridos a la misma pobreza que los encadenó al segundo municipio más poblado del país, en el que vive un millón 677 mil 678 habitantes, cantidad sólo menor a la de la Delegación Iztapalapa, en la ciudad de México, aunque por encima de Tijuana, León, Puebla y Guadalajara.
En Ecatepec, calle tras calle, soldados y federales resguardan las esquinas. Los camiones del ejército llevan años patrullando el municipio que dio a conocer políticamente a Eruviel Ávila Villegas, quien antes de ser gobernador del Estado de México fue alcalde en dos ocasiones de este lugar, y luego, de alguna forma, consiguió ser diputado local. Cartolandia es un símbolo, el acceso a la miseria, pero también es la puerta cerrada, sin candados, que impide dejar esa pobreza.
Ecatepec no sólo es depauperación y violencia, aunque prácticamente en cada barrio hay una banda o grupo delincuencial que casi siempre toma su nombre de la nomenclatura donde nació: los Polonios, los García o los Aztecos. Estas bandas controlan calles o tramos de éstas, y responden como satélites a cárteles estructurados e infiltrados en el sistema de gobierno, el ejército y las policías. Un reporte de la ONG Causa en Común enlista a los Zetas, al cártel de Sinaloa, al Jalisco Nueva Generación, al cártel del Golfo, al de los Beltrán Leyva y a los Caballeros Templarios como jefes de Ecatepec. Y vaya que lo son, aunque no son los únicos.
El mapa delictivo de Ecatepec es más complejo que una lista de sicariatos, y sus entrañas tan peligrosas como una zona de guerra, ya que su influencia toca a más de 5 millones de personas. Tiene 23 colonias clasificadas como de alta peligrosidad, cifra nada menor: el Observatorio Nacional Ciudadano reporta que en 2016 se abrieron 9 mil 59 carpetas de investigación, y ese mismo año se registra el robo de 9 mil 80 autos, nada desdeñable para un lugar donde se cometen 4 delitos cada hora, y que hace dos años registró 34 mil 212 hechos criminales para colocarse en el primer el primer lugar estatal de violencia en todos los rubros.
Pobre y peligrosa, sin embargo, tiene un teleférico que atraviesa la colonia más mortífera del municipio, la Carlos Hank. Colgado sobre la carretera hacia Querétaro, parece un artefacto de ficción, pero no lo es, aunque lo haya inaugurado el presidente de México, Enrique Peña, el 6 de octubre de 2016, rodeado de francotiradores que se ubicaron en un tramo de 5 kilómetros.
La colonia Carlos Hank impone por sí misma, desde su fama: descuartizados, secuestrados, linchados ameritaron esos tiradores apostados en azoteas, mientras Peña decía que el teleférico transportaría a 29 mil pasajeros y los acarreados aplaudían al tiempo que querían largarse.
Hace más de 40 años Cartolandia comenzó a nacer. Lo hizo a trozos, como nacen los monstruos y los hijos de los monstruos y las cerca de mil 500 familias que la habitan, unas 7 mil 500 personas, han pintado en las láminas de sus tendajones números para que empleados del IEEM los localicen y los integren al padrón electoral. En esas chozas cocinan, se bañan y descansan a la orilla de las vías del tren.
Sin embargo, hasta en la miseria extrema hay clases sociales y Cartolandia se ha dividido en dos. Una mitad ha dejado atrás, poco a poco, la lámina y el cartón porque líderes priistas se encargan de llevarles tabique y cemento, que han usado para levantar paredes a la orilla de las vías. Ahí pasa La Bestia, por lo menos una vez al día. Y por lo menos una vez a la semana alguien se queda para siempre. La otra mitad de Cartolandia es lo que es, lo que se ve desde lejos sin necesidad de preguntar nada porque las respuestas llegan solas.
-Tengo 35 años viviendo aquí –dice Ana María, una mujer tostada por sol y polvo, sentada afuera del cuarto que es su casa, junto a una mesa de madera donde han colocado tortillas duras. Junto a ella, su madre y algunas niñas que entran y salen. Son de Oaxaca pero ya olvidaron cómo es allá.
– ¿De qué partido son? Porque siempre vienen y nunca nos hacen caso- dice la anciana mientras cruza las manos sobre su vestido morado. Tiene el pelo blanco, los ojos salpicados y el polvo fresco, como la mañana antes del calor, antes del paso de La Bestia.
Y dice, con el movimiento de un suspiro, que ya dejó de esperar porque lo que quería no será posible.
A lo largo de la vía y durante los aproximadamente 10 kilómetros que mide aquel ghetto, los tinacos regalados por los distintos programas sociales del gobierno se amontonan junto a la cerca de maderas podridas y metal que separa el paso del tren. Nadie usa esos tinacos porque los habitantes de Cartolandia no tienen agua potable. No hay drenaje ni tampoco lo habrá, porque han pasado 40 años desde que lo están pidiendo. Los usan, sí, para hacer perreras y que los perros de cada hogar tengan dónde dormir.
Victimizado una y otra vez, el miserable se voltea a ver en el espejo de humo que lo refleja desde la olla calentando algo, quizá piedras, mientras alguien, otro más, llega cargando el enésimo tinaco del día. Ahí se queda, junto a los otros. Nadie los quiere y tampoco nadie los vende porque no hay quién los compre.
– Somos de Veracruz- dice otra mujer, quien recuerda desde sus dedos las épocas de costurera y el trabajo de parir siete hijos, quienes ya trabajan y le permiten un poco detenerse a mitad del día para recargarse en una lavadora desvencijada, que está en la puerta de aquel hogar en ruinas sólo porque a nadie le interesa quitarla.
– ¿Y por qué se vino acá?
Porque en la vida uno tiene que rodar por ahí, dice, cuando por fin el sol le da en la cara y cerca los perros persiguen camionetas que circulan en los rieles, transportando materiales. A Cartolandia nada en Ecatepec le gana en pobreza, pero sí en otras cosas.
En asesinatos, por ejemplo.
El oficio de matar
Cartolandia es sólo un respiro para lo que viene, porque Ecatepec no es lo que parece. En realidad, es mucho peor, y a nadie le interesa ocultarlo. Ese municipio comparte frontera con Tecámac, otro horror geográfico dominado por Aarón Urbina Bedolla, un ex alcalde que supo cómo transformar la miseria de su tierra en una fuente de riquezas para él y su familia, tras 18 años de cacicazgo.
Lo que pasa en uno es el reflejo del otro, y es posible identificar una dependencia económica y de movilidad, pero también una semejanza desde la inseguridad. Casos compartidos hacen de estos territorios algo que nadie puede explicar, porque hace tiempo se ha normalizado. A fin de cuentas, el silencio también es un grito, aunque lo pronuncien los muertos o las averiguaciones previas, como la Carpeta de Investigación sobre la adolescente Bianca Edith Barrón Cedillo, abierta con la Denuncia de Hechos por Desaparición de Persona 312150360033012.
Su padre, Miguel Ángel Barrón, denunció el 11 de mayo de 2012, en la agencia del Ministerio Público Héroes de Tecámac, la desaparición de su hija Bianca de 14 años, de ojos oscuros del color del café, de apenas 1.54 metros de estatura, cabello negro y cara ovalada. El 8 de mayo del 2012, Bianca había pedido permiso para ir con sus amigos a la Macroplaza del Desarrollo de Tecámac, a comprar un regalo para el día de las Madres. Era estudiante de tercero en la secundaria Héroes de la Independencia 214 de Tecámac, y había quedado con su madre, Irish Elizabeth Cedillo Jiménez, de verse en aquella plaza a las 21:00 para regresar juntas, pero Bianca nunca llegó ni respondió llamadas posteriores.
El relato de lo que pasó con Bianca se basa en la averiguación previa levantada por su padre ante la entonces Procuraduría estatal, y revela la normalización de la brutalidad a niveles inimaginables. Esta no es la crónica de una desaparición, sino la historia de 60 asesinatos, algunos tan salvajes como crímenes de guerra. Fue la madre de Bianca la que pudo desmadejar esa historia a partir de los mensajes enviados desde el celular de la chica.
En el primer texto, recibido el 10 de mayo de 2012, sólo se lee: “estoy bien”, y con eso tuvo que conformarse la madre. Al otro día más mensajes revelaban que ella se había ido de casa porque estaba embarazada y su intención era abortar. Nadie debía asustarse porque ella regresaría en cuatro días.
Casi de inmediato los padres supieron que no era Bianca quien escribía, porque sus textos no tenían las particularidades que ella usaba, como poner las vocales repetidas, pero no podían probar nada, y por eso siguieron pendientes de ellos, pues también les daban esperanzas.
“TE PASAS MAMÁ YA ME ANUNCIARON COMO A UN PERRO, HASTA EN LOS PUENTES”, decía uno de los textos, acompañado de un silbido siniestro. Un ex novio de Bianca, Eduardo Alberto Serrano Pérez, también recibió mensajes, algunos de ellos el 14 de mayo de 2012.
“¿Qué pasó?, ¿Me amas? Tu incomprensión me obligó a esto. Estoy bien. Estoy en un hospital practicándome un legrado”. Cuando el novio se comunicó al celular de Bianca, la voz de un hombre le marcó el alto: “Eres putito”, y días después era amenazado: “Mira Putito olvídate de Bianca, ya es mía, vuelves a mandarle mensajes y te rompo tu madre, ya me conoces, no le juegues al investigador, no quiero tener problemas, no quiero saber más de ti”.
Después, Bianca le diría que no marcara más, y para él esa comunicación se cortó para siempre.
Un personaje que hasta entonces no había aparecido, de pronto entregó a la policía datos que nadie más sabía, ni siquiera los más cercanos a la desaparecida. Se trata de Francisco Antonio Matadamas López, de 15 años, también estudiante de tercero de secundaria, y vecino del fraccionamiento Héroes de Tecámac. Él era novio de una amiga de Bianca, y más adelante sería una de las piezas clave para resolver el enigma.
Mientras, el celular de Irish, la madre, recibía más indicaciones desde el teléfono de la hija.
Los mensajes al celular de los padres de Bianca informaban que la chica estaba viviendo con un tal Fernando, y aunque los padres siempre pidieron una dirección para verla, todas las veces los dejó plantados.
La supuesta pareja, Fernando, envió un mensaje a la madre.
– Mire señora váyase al diablo con sus pinches policías, yo quiero a su hija por la buena.
Después el tono de Fernando cambiaría, y hasta citaría a los padres de la chica para que se vieran en el domicilio que decía habitar, pero eso tampoco se cumplió. En cuestión de horas todo cambió y la situación dejó de ser preocupante para convertirse en peligrosa, porque la joven decía a sus padres que su pareja estaba asociada con delincuentes, que le pegaba y la había violado, que la obligaba a abortar, aunque ella intentaría escaparse.
– Si ma –dijo la supuesta Bianca a su madre, cuando ésta le pidió que se cuidara, y ese fue el último mensaje que le enviaría.
Ella dejaría de escribir, pero a cambio la madre de la desaparecida el 1 de julio de 2012 recibió notificaciones de otro celular, de alguien que se decía amiga de ella, y que contaba a la afligida familia la suerte de Bianca. Se identificó como Laura, y dijo que a la niña se la habían llevado a un sitio desconocido, después de golpearla y violarla, y que tuvieran cuidado, porque quienes lo habían hecho ya habían asesinado a alguien en Xalostoc.
El 17 de julio Laura volvía a comunicarse y preguntaba si los padres habían logrado encontrar a Bianca. Por primera vez mencionó a otra chica: a Abril Selena, quien también estaba encerrada, igual que Bianca.
– A esa chava Julio la secuestró en Chiconautla y la trajo aquí con nosotros (…) Yo sé que por todo esto me van a matar, pero ojalá los agarre, para que paguen todo el mal que han hecho, el día que ya no conteste los mensajes es porque ya voy a estar muerta– informaba Laura.
El miércoles 18 de julio del 2012 de nueva cuenta entraron mensajes al celular de Irish Cedillo, recopilados en la Carpeta de Investigaciones, que para ese entonces acumulaba ya más de mil fojas y docenas de entrevistas a presuntos involucrados, pero ninguna pista firme se vislumbraba. La Carpeta de Investigaciones recopila una serie de mensajes de Laura, hasta ese momento los más angustiosos para la familia de Bianca.
8:06 pm: “Contesten”.
8:08 pm: “Ya no están”.
8:12 pm: “Se llevaron a bianca en la camioneta negra harley. Viven en rio yeltes en urbi villa 2. 2 veces nos llevaron a cotorrear y tomar ahí. Y en rio lena”.
Después un silencio de 40 minutos. La espera para los padres de Bianca se vio interrumpida por un nuevo envío, pero esta vez no era de ninguna de las chicas.
8:56 pm. “Julio esta pinche vieja ya nos delató. Llevate a edit a Cuernavaca y matala, yo me encargo aquí de esta pinche vieja, le quito el cel y mando mje no se a quien. matala le das su carne a los perros pero ya pendejo”.
8:57 pm: “Pero ya pendejo muévete ay que desaparecer a las dos”.
9:00 pm: “Esta pendeja mando mjes no se a qvien”.
9:03 pm: “Le encontré un mje no se a quien se lo mando, igual que bianca nos traiciona esta pendeja hay que matarlas pero ya”.
9:05 pm: “Pinches viejas nos delataron en su pinche madre mando muchos mjes como bianca hay que matarlas”.
Luego nada, ni una sola señal.
El expediente oculto
La policía no sabía dónde estaba Bianca ni tampoco si Abril Selena, la segunda chica involucrada, era real. Los padres de Bianca habían investigado por su cuenta, y aunque encontraron pistas que iban incluían los nombres que los mensajes habían proporcionado, no hallaba cómo conectarlos con el caso de su hija. Esos datos habían desviado a la policía hasta Morelos y a otros municipios del Valle de México, sin resultado.
Sin embargo, todo se resolvería, aunque de la peor manera. Tiempo después, a Irish Cedillo la visitaría Icela Rodríguez para preguntarle si a ella también la extorsionaban.
– No, pero mi hija está desaparecida –dijo Irish.
– También la mía– dijo Icela.
– Pero cómo– dijo Irish.
– Los extorsionadores me envían mensajes desde el mismo celular del que le escribe su hija –dijo Icela, cuya hija haba desaparecido cuando iba a la papelería en Santo Tomás Chiconautla, Ecatepec, el 26 de mayo del 2011. Esa niña tenía 15 años y se llamaba Abril Selena Caldiño Rodríguez.
A partir de ese momento las investigaciones incluyeron a las dos chicas, pero habría que esperar al 12 de abril de 2013, a que la Fiscalía de Trata de Personas llamara a los esposos para informarles que había otro expediente, el 241970550058412, por “Homicidio en contra de quien resulte responsable”. Ese expediente documentaba el levantamiento de un cadáver, de sexo femenino, con fecha del 9 de mayo de 2012, es decir, un día después de la desaparición de Bianca. Al cadáver una legista le había adjudicado una edad de entre 20 y 25 años.
Los padres de Bianca la reconocieron de inmediato desde la brutalidad que significa mirar al amado tirado en la calle, torturado y violado, un despojo menos valioso que la basura.
“Reconozco la forma de su cara y su nariz y boca. De igual forma al observar la cicatriz que aparece en el lado izquierdo de su pecho, es la misma que tenía mi hija, y le quedó por la varicela que le dio, de igual forma al observar las pequeñas marcas que aparecen en ambas muñecas de sus manos, las reconozco porque son las mismas que mi hija Bianca Edith se hizo cuando estaba molesta y que se las realizaba con un cúter o con una navaja; por lo que respecta a las ropas que vestía el cadáver, las reconozco como ropas de mi hija Bianca, en especial la blusa color rosa y la forma de un gato en pedrería y unas estrellitas pintadas, así como reconozco el pantalón en color negro con deshilado en ambas piernas… de igual forma reconozco, sin temor a equivocarme, la sudadera en color negro con cierre al frente y la leyenda BWOMAN… reconozco la pulsera con la imagen de San Judas Tadeo…”, declaró el padre cuando todo se hizo certero.
El expediente indicaba que la niña fue encontrada en el kilómetro 48 de la carretera México-Pachuca, en Tecámac, a las 10:30, unas 15 horas después de haber desaparecido. En su boca había bolas de papel. También en la vagina. Fue torturada. La amarraron con cordones de cortinas. Tenía la cara quemada y los hombros y glúteos golpeados; los genitales desgarrados. Dijeron que la habían desvestido y después vuelto a vestir.
En el dictamen de la necropsia, con fecha del 9 de mayo de 2012, se lee que la niña había muerto como consecuencia de alteraciones tisulares y viscerales ocasionadas en los órganos antes mencionados por asfixia, por obstrucción de vías áreas superiores.
La genética corroboró su identidad. Bianca tenía ya un año muerta.
Y entonces. Y entonces. Y entonces.
La banda de “Los Milis”
Ya muerta, faltaba saber qué había pasado. La policía regresó a las indagaciones iniciales y volteó a ver, de nuevo, a Francisco Matadamas, quien los condujo hacia Érick Sanjuan Palafox, “El Mili” y a Ricardo Gordillo Hernández, “El Piraña”, amigos recientes de Bianca. Otro detenido fue Daniel Alejandro Jaramillo.
La indagatoria arrojó, después de los interrogatorios, una cifra que nadie podía creer, pero que pocos estaban dispuestos a investigar. Ellos formaban parte de la banda de “Los Milis”, adolescentes liderados por un soldado de 24 años. Confesaron al menos 60 asesinatos, la mayoría imposibles de corroborar, porque no había denuncias relacionadas. Sin embargo, pruebas fotográficas halladas en sus celulares y el relato de los jóvenes no podían refutarse, y aunque insuficientes, mostraban la orilla del genocidio que en realidad es Ecatepec.
Esa banda comenzó jugando. Había logrado permanecer al margen de la influencia de los cárteles estructurados y creció con recursos que obtenían de la venta de droga en las escuelas. El principio de todo fue una ingenuidad llena de sangre, porque quisieron parecerse a los personajes que interpretaban a narcos en series como El Cártel de los Sapos. Fue “El Mili”, Erick Sanjuan Palafox, quien armó todo. Como soldado, tenía acceso a los decomisos que hacía el ejército en la zona, y dedicó robar algunas cantidades para venderlas en la calle, dentro de cajetillas de cigarros. Nadie le surtía, él era su propio proveedor, y lo mismo tenía éxtasis que mota o cocaína. Era u negocio redondo, porque no había inversión ni jefes sicarios a quienes responderles. Cada pastilla, por ejemplo, tenía un valor de 140 pesos.
Erick Sanjuan, “El Mili”, de 24 años, había sido pareja de una amiga de Bianca, llamada Ana Karen, y Bianca había convivido con ellos. La invitaron a algunas fiestas, pero sus padres no le dieron permiso de ir. Mientras buscaba a su hija, Irish Cedillo López descubrió por facebook que estaba metida en una red de tráfico de drogas en la que participaban adolescentes de entre 17 y 19 años, convertidos en asesinos, y que su hija no era el primer homicidio que cometían. En realidad, era la quinta muerta.
Bianca llegó al grupo cuando el soldado la invitó a encabezar una banda de mujeres, porque era “la más entrona”. Pero Ecatepec es tierra de enfrentamientos entre bandas que se disputan el mercado negro de prácticamente todo. La impunidad y la protección de policías y soldados a criminales hace que todo sea posible. Pero incluso en ese ambiente “El Mili” fue detenido el 15 de enero de 2014. Después cayeron Francisco Matadamas y Ricardo Gordillo. También cayó Daniel Alejandro Jaramillo, y se abrieron los expedientes 0008/2014 y el Acta de Averiguación previa EM/AEA/III/11872014 relacionada con el acta TOL/AEA/I/37/20.
Ya detenidos, contaron con detalle los homicidios que habían cometido, las torturas a las que sometían a sus víctimas y el destino de los cuerpos. Había de todo, y las razones primero tenían que ver con traiciones, después por el pago de deudas, y después porque sí. Porque pudieron.
La venta de droga en escuelas les dejaba ganancias mínimas de 4 mil pesos semanales a cada uno, pero también problemas para controlar a las chicas que vendían para ellos. Sin embargo, el primer homicidio lo cometieron contra una mujer que secuestraron y violaron para después tirarla al canal de Los Remedios. La mataron a golpes.
A la segunda, Vianey, la violaron, le cortaron las orejas y la tiraron al canal, con piedras atadas a los brazos, y en los pies le pusieron botes de cemento.
La tercera fue levantada en el auto de un policía estatal y la violaron y torturaron.
La cuarta les robaba mariguana. La drogaron. La violaron. La hicieron pedazos con un machete.
La quinta. Bianca. Porque les debía 3 mil 500 pesos, y había regado el chisme de la venta de droga.
La sexta. Violada. Arrojada al canal.
La séptima. Abril Selena. Torturada. Violada. Arrojada al canal.
La octava. Violada.
Después también hubo hombres, y las cuentas se perdieron porque cada cual comenzó a matar, por su cuenta, en solitario.
Las investigaciones responsabilizaron al soldado de cuatro muertes, así como a Matadamas y a otro chico más. Otro de ellos fue acusado de un homicidio. Por su lado, Matadamas afirmó que había matado a 17 personas, y que policías estatales los protegieron. Dijo que policías militares les daban la droga.
El ex procurador del Estado de México, Alejandro Jaime Gómez Sánchez, declaró después, en 2014, en una conferencia de prensa, que habían hallado casi 7 mil huesos en el río de Los Remedios, y que después de analizarlos se determinó que 79 eran de origen humano y que pertenecían a una sola persona. Según ese procurador, la corriente de uno de los ríos más contaminados de México había respetado la unión del esqueleto durante el recorrido al que lo obligó el río.
El de Los Remedios es un tiradero de muertos. Elementos de Protección Civil de Ecatepec que hicieron dragados ese año confirmaron a este reportero el descubrimiento de cuerpos y huesos humanos, y eso sucede cada vez que usan las máquinas. El destino de la mayoría de los ejecutados por “Los Milis” fue ese río, y lo que le hicieron a Bianca, el 8 de mayo de 2012, cuando ella caminaba cerca de su casa a las 8 de la noche, apenas puede describirse. Ella fue interceptada por Daniel Jaramillo y Ricardo Gordillo, cuando se dirigía a la Macroplaza. Con engaños la subieron a un auto porque “El Mili” había ordenado que “le rompieran la madre”.
La llevaron a una casa en Héroes de Tecámac, donde los esperaban “El Mili” y Matadamas. La sometieron amarrándola con cordones de cortina, y una vez desnuda, la golpearon hasta desmayarla y entonces la violaron.
La torturaron quemándole boca, la nariz y los genitales con estopas y solvente, causándole quemaduras de segundo grado. Ella no resistió y murió como consecuencia de las lesiones.
Su destino final será un terreno sobre la carretera libre Tecámac-Tizayuca, a las dos de la mañana, mientras sus asesinos regresarán para limpiar todo y, a partir de ahí, inventar la historia del celular, enviar los mensajes a la madre de la niña muerta, y por último simular que ha muerto a manos de un tal Julio.
Todavía la madre de Abril Selena tuvo que aguantar un golpe más cuando las autoridades le entregaron el cuerpo de la joven. Los familiares le hicieron sus exequias y la enterraron, pero una investigación posterior obligó a exhumar el cuerpo de la chica y ahí su madre descubrió que no se trataba de su hija. Este cadáver falso sólo evidenció que a las autoridades lo último que les preocupa es la víctima, y por extensión sus familiares.
No es la única historia que narra asesinatos seriales en Ecatepec y Tecámac, y habría permanecido oculta de no ser por los dragados en busca de cuerpos que resultaron evidencia para inculpar a “Los Milis”. Se trata de una radiografía de la Zona Metropolitana del Valle de México, formada por 60 municipios y 16 delegaciones de la Ciudad de México, así como un municipio de Hidalgo. Allí, hasta el 2010 había 22 millones de habitantes, es decir, uno de cada 5 mexicanos.
¿Cómo se termina un relato así?
En realidad nadie quisiera haberlo comenzado.