El amor es una cosa esplendorosa…

Sentimiento, emoción, estado de gracia, capricho, circunstancia, necesidad, estado bioquímico, y más allá de cualquier otro calificativo que se le pueda adjudicar, el amor es una cosa esplendorosa… Pero ¿cómo se refleja el comportamiento amoroso de los mexicanos? El Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI) da conocer cifras del Censo de Población y Vivienda […]

Sentimiento, emoción, estado de gracia, capricho, circunstancia, necesidad, estado bioquímico, y más allá de cualquier otro calificativo que se le pueda adjudicar, el amor es una cosa esplendorosa…

Pero ¿cómo se refleja el comportamiento amoroso de los mexicanos? El Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI) da conocer cifras del Censo de Población y Vivienda 2010 y de otros instrumentos estadísticos, que revelan una parte del panorama social de esta forma de relaciones interpersonales, que permiten ver que este sentimiento también tienen su lado frío, que se puede observar a través de las cifras estadísticas que revelan una parte de ese comportamiento social.

En el Estado de México, mientras en 1994 se registraron 3 divorcios por cada 100 matrimonios; en 2011 la cifra se incrementó a 14 divorcios por cada 100 enlaces matrimoniales; en cuanto al tiempo de la unión, el 2.8 por ciento de los mexiquenses tuvo una relación que duró 5 años o menos; 17.7 por ciento permanecieron unidas de seis a nueve años; y poco más de la mitad, el 56.3 por ciento proviene de  un matrimonio cuya duración fue de 10 años o más.

Además, la situación conyugal revela que en 2010, seis de cada diez personas de 15 años y más reportaron estar casadas o vivir en unión libre.  En edades más avanzadas predomina la población casada o en unión libre: 77.9% de la población masculina de 30 a 59 y 77.8% de la de 60 años y más se encuentra en esta situación; en este último grupo de edad, hay una alta proporción de hombres (18.6%) separados, divorciados o viudos.

Las cifras revelan que las mujeres se unen a más temprana edad que los hombres, lo hacen en promedio a los 24.1 años, mientras que en 1995, lo hacían a los 20.5 años; en contraste los varones se unen a los 26.8 años, y en 1995 lo hacían en promedio a los 22.9 años.

Se considera a la cohabitación premarital como el periodo de vida marital previo al matrimonio, y en este sentido 16.6 por ciento de mujeres en edad fértil actualmente casadas, cohabitaron con su pareja; 13.9 por ciento de las separadas de un matrimonio, tambièn reportan este tipo de convivencia. El índice tiende a disminuir a 9.1 y 13.5 por ciento entre las divorciadas y viudas de un matrimonio.

La vida en pareja parece ser una de las formas de interrelaciones personales más complejas. Lo que un día fue amor puede convertirse en odio en un rápido giro.

Hace unos años, especialistas de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), señalaron que el amor es un ·”estado demencial temporal” que puede durar un máximo de cuatro años. En este estado fìsico-químico, intervienen zonas cerebrales que controlan las emociones como el tálamo, la amígdala, el hipótalamo, el hipocampo, el giro singulado y las partes del  sistema límbico, como afirmó Georgina Montemayor, investigadora de esa Casa de Estudios.

En todo caso los sentidos intervienen en este proceso o estado emocional que mueve a los seres humanos, que quizá sea algo más que una reacción química y que también está rodeado de elementos producto de la cultura.

Los rituales amorosos en las distintas sociedades forman parte de creencias, usos y costumbres que varían en cada época y se reproducen por generaciones. Lo cierto es que ni la ciencia ni todo el conocimiento científico podría explicar lo que cada una de las personas experimenta al enamorarse.

El 14 de febrero se celebra el Día de San Valentín cuyo origen data de la época del Imperio Romano; se sabe que en el año 270 de nuestra era, el emperador Claudio II prohibió que los jóvenes se casaran y vivieran en matrimonio porque pensaba que solteros y sin familia serían mejores soldados, ya que no tendrían compromisos para participar en la guerra.

La historia cuenta, que un sacerdote llamado Valentín consideró injusto el decreto y en desafío celebraba en secreto los matrimonios de los jóvenes enamorados, su rebeldía motivó que fuera encarcelado fue decapitado el 14 de febrero y con ello el origen de esta celebración.