Parafraseando la legendaria canción de Paul Anka, el final de la elección por la gubernatura del Estado de México, se encuentra cada vez más cerca.
Con independencia del resultado, será recordada por los errores estratégicos que ambos bandos cometieron. A manera de ejemplo se enuncian solo tres, pero son realmente innumerables.
De parte del PAN-PRI-PRD y Nueva Alianza, primero destaca la propia unión acordada en las élites partidistas, de antes antagónicos, movida más por pragmatismo que por valores, muchos panistas y priistas tradicionales decidieron hacerse de lado antes de claudicar en sus principios.
Segundo la definición de la abanderada al más puro estilo del dedazo, cargando los dados del principio, lo que provocó fisuras que no terminaron de sanar, hasta el último momento se comentó que les hubiera ido mejor si otro u otra hubieran sido seleccionados.
Tercero, el ataque vía guerra sucia fue descarado e ineficiente, al ser el eje principal del mismo, un refrito de la campaña anterior, lo que aunado a una estrategia que jamás pudo desmarcarse de los pasados sexenios, marcó el rumbo de la campaña.
Por lo que hace a MORENA-PT-PVEM, destaca primero no desmarcarse de actores impresentables que encabezaron administraciones municipales, por decir lo menos, cuestionables.
Dos, la falta de habilidad para contestar ataques a la candidata y al gobierno de AMLO, limitándose a enarbolar monotematicamente una ventaja en las encuestas.
Tres, a pesar de aún no haber ganado, el equipo cercano dejó entrever arrogancia y confianza excesiva.
El tiempo mostrará quién gana, pero ambas estrategias dejaron mucho que desear, esperemos se presente un voto informado.