El principio del placer

José Emilio Pacheco es un notorio exponente de la literatura mexicana: su poesía, sus reseñas y ensayos, su narrativa portan una calidad inigualable; no es gratuita la afirmación que hizo Carlos Fuentes sobre él: “Su obra es universal y participa de la gloria de las letras de todos los tiempos”. Y “El principio del placer”, […]

José Emilio Pacheco es un notorio exponente de la literatura mexicana: su poesía, sus reseñas y ensayos, su narrativa portan una calidad inigualable; no es gratuita la afirmación que hizo Carlos Fuentes sobre él: “Su obra es universal y participa de la gloria de las letras de todos los tiempos”. Y “El principio del placer”, premio Xavier Villaurrutia en 1973, no es ninguna excepción.

La clave del libro es el increíble tránsito entre realidad y fantasía: lo verídico y lo verosímil bordan lo imposible, lo inimaginable, de forma tan sutil que generan inquietud y perplejidad al concluir cada texto. 

La narración que abre el libro, y que da título a este, es una novela corta que nos presenta a Jorge, un adolescente cuyo padre está inmerso en el corrupto gobierno mexicano; Jorge se enamora de Ana Luisa, una misteriosa joven de quien los chismes y diretes están a la orden del día.

A esta novelita se suman “La zarpa”, donde una mujer confiesa ante un sacerdote una envidiosa amistad; “La fiesta brava”, un fantástico relato sobre el metro de la Ciudad de México y su relación con los antiguos aztecas; “Langerhaus”, el sibilino recuerdo de un compañero de aula que tal vez nunca existió; “Tenga para que se entretenga”, sobre el insólito secuestro (¿o simple desaparición?) de un pequeño en Chapultepec, y “Cuando salí de La Habana, válgame Dios”, una fantasmagórica historia sobre un hombre y su huida de Cuba en un enigmático barco.

Las múltiples lecturas que obtenemos de estos relatos convierten a “El principio del placer” en una obra imprescindible de este gran autor mexicano.