No hay hoy priista mexiquense más devaluado que el mismísimo presidente del Comité Directivo Estatal, Eric Sevilla. En amplios sectores de las elites y de la base de ese partido, la reputación de Eric es de traidor. Le juzgan y condenan porque violó los más elementales principios de lealtad con tal de mantenerse un tiempo más en control de la burocracia tricolor. Su administración ha sido la más desastrosa, ha perdido todo, poder, votos, liderazgos, militantes y… dignidad.
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En su propia defensa, Sevilla repite una y otra vez su argumento: “no traicioné a nadie, yo pedí permiso al gobernador —Del Mazo— y él me dio su autorización”. Así justifica su pacto con Alejandro “Alito” Moreno para entregarle el control pleno del PRI mexiquense a cambio de mantenerlo en la presidencia. Lamentable.
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Eruviel no será el único exgobernador en marcharse del PRI. Está en proceso la renuncia de al menos uno más. El anuncio es probable que se haga el próximo año, antes de las elecciones, y prepara el escenario para su posible incorporación al próximo gobierno federal. Es un hecho.
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Juan Carlos González Romero se ha consolidado como uno de los hombres de mayor confianza de la gobernadora Delfina. El secretario de Bienestar es, quizá, el único ciento por ciento delfinista del gabinete. No hay duda sobre su ADN político, en eso radica la enorme confianza que la maestra le tiene. No hay que perderlo de vista.
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Quien seguramente no puede conciliar el sueño es el anterior Vocal Ejecutivo del Instituto del Transporte, Rodolfo Jardón, sobre quien se hacen graves señalamientos en el nuevo gobierno sobre su presunto enriquecimiento producto de actos de corrupción. Hasta donde se sabe, no hay una denuncia formal, pero sí reiteradas acusaciones. Veremos qué pasa.