Fruta de horno: una tradición en peligro de extinción

La inseguridad en Sultepec también ha puesto en riesgo a uno de los distintivos culinarios de este municipio.

La poesía es como el pan, de todos.
Roque Dalton

La elaboración de la tradicional fruta de horno de Sultepec -galletas hechas con harina de trigo, manteca de puerco, agua y miel de piloncillo- es uno de los trabajos que la delincuencia ha puesto en peligro de extinción.

Fue hace 60 años, aproximadamente, cuando Camerino Arellano comenzó a preparar la ahora tradicional fruta de horno que distingue a Sultepec y que, actualmente, es el sustento de algunos habitantes de este municipio, cuyos hornos de leña desprenden el sabor de la fruta horneada.

Pero «ya no hay tranquilidad, ni trabajo ni inversión porque todo el mundo tiene miedo», dice Francisco Macedo, quien desde hace 24 años prepara la fruta de horno, llamada así por ser el retoño crujiente de las brasas sureñas. La presencia del crimen organizado en Sultepec también ha afectado el comercio, asevera Francisco.

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En esta alcaldía solo hay 30 policías municipales para resguardar a las 59 localidades que la conforman. «Esto de la delincuencia afecta todo», repite Francisco: bajó la afluencia turística, uno de los sectores que más buscan las galletas, y la gente del lugar ya solo compra lo básico que son pan y tortillas, «algo dulce no lo compran», cuenta Francisco quien prepara estos frutos en una de las regiones donde empiezan a normalizarse los tragos amargos provocados por la violencia.

Hace una década, la venta de Francisco era próspera: vendía entre mil 500 y dos mil cajas de galletas cada semana. A lo largo de diferentes administraciones, el gobierno del Estado de México ha intentado impulsar el crecimiento de la producción de galletas en Sultepec; sin embargo los esfuerzos no han bastado. Además ahora, el crimen y la competencia han contribuido a que desciendan las ventas.

A pesar de que los tiempos parecen difíciles, Francisco no tiene contemplado dejar la elaboración de estas galletas; incluso una de sus nietas suele acompañarlo en el taller para aprender la receta.

Francisco dice que el fin de esta tradición llegará si las autoridades no intervienen para terminar con la delincuencia.

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