La benevolencia de los ricos

Sin duda estamos en las puertas de la peor crisis económica mundial desde la Segunda Guerra Mundial

Los países integrantes del G-20 (el club de los países más ricos del planeta) han acordado no seguir exprimiendo (por ahora), bajo las mismas condiciones, a cerca de 80 de los países más pobres del planeta. En el marco de la crisis global causada por la pandemia de Covid-19, se ha anunciado un acuerdo para “reducir o refinanciar” la deuda de esos países. Ya hace un mes el propio G-20 había anunciado que por un semestre no iban a exigir pagos a esas naciones, pero ahora se anuncia un plan para revisar, “caso por caso”, cómo reestructurar su deuda externa.

La mayoría de esos 73 países que estarán a revisión se encuentran en África (37) y ya el propio Banco Mundial, junto con varias organizaciones que abogan por la abolición total de la deuda externa de países depauperados, había sugerido detener por un año los pagos, pero la benevolencia de los países más ricos del planeta sólo concedió una prórroga de seis meses. Esto, a pesar de que las afectaciones potenciales a toda la economía mundial pueden precipitarse, debido a que la pandemia del coronavirus está empujando a cada vez más países hacia una crisis de la deuda, que sería catastrófica para su lucha contra la pobreza.


Estamos hablando de que la deuda a revisar asciende a unos 744,000 millones de dólares


Este acuerdo que ahora se ha anunciado no debe interpretarse en el sentido de que al revisar cada caso se pueda llegar al escenario de condonar o cancelar deudas, advirtió el propio G-20, tras una reunión de los ministros de finanzas de cada uno de los países que agrupa. Y es que estamos hablando de que la deuda a revisar asciende a unos 744,000 millones de dólares (porque en el último año tuvo un crecimiento cercano a 10%). China es el principal acreedor de todos.

Además, debe saberse que el acuerdo adoptado en el seno del G-20 no obliga a los acreedores privados ni a los bancos multilaterales de desarrollo a tomar ninguna medida en el mismo sentido que sugiere la llamada iniciativa. Por estas razones agrupaciones como Oxfam Internacional han advertido que «el coronavirus ha golpeado más fuerte a la economía mundial que las predicciones, ya de por sí nefastas, vistas en abril”, por ello exigían que en esa reunión de ministros de finanzas del G-20, de la que salió el acuerdo mencionado, debería haberse planteado cancelar todos los pagos de la deuda, incluidos los privados y los multilaterales, hasta finales de 2022 y también incluir a los países de ingresos medios. Pero la exitativa no obtuvo buena respuesta.

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No debe pasarse por alto que países de ingresos medios, como Argentina y Ecuador ya han incumplido pagos de deuda este año y muchos más se encuentran al borde de la mima situación, debido al enorme gasto fiscal a raíz de la pandemia, la caída en picado de los ingresos por la paralización de sus aparatos productivos y la falta de capacidad de endeudamiento por las etiquetas que les ponen las sacrosantas calificadoras.

Sin duda estamos en las puertas de la peor crisis económica mundial desde la Segunda Guerra Mundial. Ello ha motivado a los países más ricos a saber que deben hacer un poco más para apoyar a los más pobres, porque va de por medio la estabilidad económica global. Una economía profundamente desigual, con una gran brecha entre ricos y pobres y con una clara tendencia a ensancharse. Está por terminar el primer año de la pandemia y, como se ven las cosas, va para largo, a sí que a esperar que la “inestabilidad” no nos estalle en las manos en forma de hambruna, guerras civiles, golpes de Estado, oleadas migratorias y una larga cauda de problemas asociados con las condiciones de inequidad que guarda la economía global.