La corrupción apesta: Papa Francisco

“La corrupción apesta” declaró hoy el Papa Francisco en el barrio de Scampia, ubicado en la periferia norte de Nápoles, donde comenzó una visita pastoral de varias horas a esa ciudad italiana. “La corrupción apesta, la sociedad corrupta apesta y un cristiano que deja entrar dentro de sí la corrupción no es un cristiano: apesta”, […]

“La corrupción apesta” declaró hoy el Papa Francisco en el barrio de Scampia, ubicado en la periferia norte de Nápoles, donde comenzó una visita pastoral de varias horas a esa ciudad italiana.

“La corrupción apesta, la sociedad corrupta apesta y un cristiano que deja entrar dentro de sí la corrupción no es un cristiano: apesta”, apuntó el pontífice ante cientos de personas que se congregaron en la Plaza Juan Pablo II.

Justamente Karol Wojtyla comenzó también en Scampia, símbolo de la degradación que inspiró la famosa película “Gomorra” y centro base de varios grupos mafiosos, su visita a Nápoles en noviembre de 1990.

Durante el encuentro, el pontífice no leyó su discurso escrito y prefirió improvisar.

Defendió la dignidad de los migrantes los cuales, dijo, no son ciudadanos de segunda categoría y arremetió contra un sistema económico que descarta a los jóvenes y los priva del trabajo.

“Once horas de trabajo por 600 euros y sin contribuciones para la jubilación (…) Todo esto es esclavitud, no es cristiano, no debemos quedarnos en silencio”, sostuvo.

“Si nosotros cerramos la puerta a los migrantes, si nosotros le quitamos el trabajo y la dignidad a la gente, ¿cómo se llama ésto? Se llama corrupción y todos nosotros tenemos la posibilidad de ser corruptos. Nadie puede decir: Yo nunca seré corrupto”, añadió.

Precisó que siempre existe la tentación de deslizarse hacia los negocios fáciles, hacia la delincuencia y lamentó: “¡Cuánta corrupción hay en el mundo!”.

Dijo que la corrupción es una “cosa sucia”, una “palabra fea”, e instó a “ir más allá de la limpieza de la propia alma, a la limpieza de la ciudad, a la limpieza de la sociedad, para que no haya ese hedor de la corrupción”.

Antes de entrar en Nápoles, el Papa hizo una parada en el santuario de la Virgen del Santo Rosario de Pompeya y ante la imagen mariana rezó una oración en la cual entregó “nuestras miserias, todas las vías del odio y de la sangre.

“En nuestras manos, serás arma de paz y de perdón”, concluyó.