La dependencia del celular

La dependencia del celular
El círculo vicioso es simple: entre más útil, más se usa; y cuanto más se usa, se le estima más útil

Un adulto promedio revisa no menos de 300 veces su teléfono celular cada día. Es una práctica habitual en la mayoría de la población en el mundo actual y tiene relaciones causales con las esferas social, económica e informativa, principalmente. Sin embargo, no es nada nuevo decir que también tiene ya implicaciones de carácter emocional, cognitivo y neuronal. Son muchos los estudios que han planteado la necesidad de generar evidencia respecto a lo que estos aparatos tecnológicos están impactando en la vida de las personas. Se ha estudiado el tema y existen datos consistentes que apuntan a que está modificándose nuestra actividad cerebral como consecuencia del uso de los teléfonos celulares.

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Ya no es solo que al portar uno de estos dispositivos demostremos una repentina fascinación por generar información, en forma de mensaje, imagen, audio o video. También se sabe que el teléfono celular se ocupa para muchas más cosas que hacer llamadas, que era su origen primigenio. Hoy se lleva como una herramienta de trabajo, como un apoyo educativo, como mecanismo para conectarse a internet, como cámara, entre muchas otras cosas.

Relación cerebro-celular

Parte de la evidencia más reciente es que en el cerebro de las personas usuarias de esta tecnología se generan cada vez más vías neuronales que conducen a mirar el celular. Eso significa que el cerebro se va moldeando cada vez en mayor medida en relación con lo que el smartphone permite hacer: contratar un servicio, hacer una cita, comprar, saber el pronóstico del tiempo, escuchar música, ver videos, jugar, recibir mensajes y un largo etcétera.

El círculo vicioso es simple: entre más útil, más se usa; y cuanto más se usa, se le estima más útil. Si ello solo ocurriera en la vida de cada individuo, sería un asunto personal. Pero cada vez en mayor medida todas las entidades colectivas (escuelas, empresas, bancos, gobiernos, tiendas) se han venido sumando a este círculo. La consecuencia de esto es que hay muchas cosas que ya no se pueden hacer si no se cuenta con esta tecnología. De tal manera, no es solo que lo juzguemos útil como personas, sino que como sociedad lo utilizamos más y alimentamos la circularidad ya referida.

A nivel cerebral, el que se creen nuevas vías neuronales que conducen al teléfono celular tiene consecuencias de funcionalidad. Zonas específicas del cerebro son estimuladas y otras no. Por ejemplo, al contar con una tecnología que puede almacenar información, ya no necesitamos guardarla en el cerebro. Se vuelve innecesario memorizar números telefónicos, direcciones, fechas o cosas similares, pues están en el celular. Hasta los aniversarios nos los puede recordar, nos puede despertar por las mañanas, avisarnos de una reunión, notificarnos de una transacción bancaria, de un pago pendiente o de las últimas noticias.

Uso y dependencia del teléfono celular

Tras escuchar el sonido que anuncia una notificación, el cerebro manda señales que inquietan a una persona, le distraen, la desconcentran y hasta puede generar ansiedad: «necesitan» revisar el celular. No tener cerca ese dispositivo (porque se olvidó, porque está restringido en la escuela o en el trabajo) pone al cerebro a trabajar para inhibir el deseo, la compulsión de revisarlo. Todo esto es ya una realidad. En los niños, que son menos proclives a contener los deseos y pulsiones, no poder utilizar el celular llega a generar episodios de ira realmente alarmantes.

Así es como el cerebro termina condicionado a asociar el uso del celular con tareas más fáciles y a su ausencia con problemas. Hay quien llama a esto dependencia del celular. Serán necesarias muchas más investigaciones para dimensionar realmente qué tanto influye esta presunta dependencia en la memoria, la cognición e incluso la fuerza de voluntad de las personas. Sobre todo ahora que la inteligencia artificial promete hacer muchas más cosas por nosotros.

Al parecer, estamos cada vez en mayor medida empleando el cerebro para almacenar menos información, porque se le delega al celular, al tiempo que se crean conexiones neuronales para trabajar con apoyo de dicho dispositivo electrónico. La actual es una era en la que atención y concentración son menos propiciadas que la inmediatez y la superficialidad. Solo el tiempo dirá qué tan profundo llega a ser este cambio en las funciones cerebrales y en la mente de la especie humana. Estamos solo en el umbral.