“Ya los chingamos” fue una de las expresiones más utilizadas en los bunkers priistas que fueron habilitados para la elección de gobernador en el Estado de México. Y efectivamente nos esperan seis años más de inseguridad, violencia, corrupción, feminicidios, desempleo, pobreza y excesos de la clase gobernante.
Pero el domingo 4 de junio no fue un día cualquiera en las calles del Estado de México. Los mexiquenses tuvimos la oportunidad de elegir si continuar con la hegemonía del partido que ha gobernado durante 88 años y que según los especialistas nos ha llevado al fracaso, u optar por la alternancia tan necesaria en cualquier democracia.
Todo comenzó a las 7 de la mañana, a la vieja usanza priista la movilización de la estructura comenzó con el pie derecho. Decenas de promotores de votos se reunían en domicilios particulares para dar comienzo con la operación carrusel. Tamal y café en mano escuchaban las indicaciones de cómo manejarse.
En grupo se trasladaban a las casillas para ser los primeros en votar, pues el primer reporte que mandarían al bunker priista sería el de la gente de “confianza”, según sus propias versiones, para luego adentrarse en las entrañas de colonias tocar puerta por puerta y llevar a las casillas a los votantes cautivos, aquellos que se ha visto beneficiados con los programas sociales.
A las 8 de la mañana la jornada no había iniciado y el PRI parecía ir apaleando pues no sólo contaba con el poder financiero del Edomex, la estructura política más obesa del país e injerencia en al menos un par de candidatos, y por si fuera poco, el árbitro electoral jugaba con sus colores.
En el IEEM la jornada empezó con fuertes señalamientos de la oposición, acusando al órgano electoral de ser cómplices de lo que calificaron como una “elección Estado”. El más rabioso posicionamiento lo hizo el representante de Morena Ricardo Bastida, quien dijo que fueron incapaces de detener la entrega de apoyos sociales por parte del gobierno y que beneficiaron al candidato priista.
Mientras que el panista Alfonso Bravo también acusó al IEEM de ser omiso en lo que calificó como una “Elección de Estado”, en la que se utilizaron –dijo- cuantiosos recursos públicos para la coacción del voto, se lanzaron intensas campañas de desprestigio y hubo hostigamiento por parte de la policía.
A las doce del mediodía las redes sociales comenzaban a incendiarse, los insultos, acusaciones, dimes y diretes habían arreciado. En facebook y tuiter se escribían las últimas arengas y se publicaban memes para persuadir a los votantes indecisos de sacar al PRI del Estado de México, acusándolos de todas las desgracias habidas y por haber.
Los priistas no se quedaban atrás y vomitaban acusaciones en contra de López Obrador, otros se mofaban de Delfina y unos más tratando de confundir al electorado llamando a votar por el PT y no por Morena.
La afluencia en las casillas al menos en municipios como Lerma al principio era copiosa, pero con el paso de los minutos se volvió poco concurrida, no había largas filas, apenas dos o tres formados que dieron como resultado un abstencionismo general del más del 40 por ciento.
Pero como en cada elección lo que sobra son mirones y representantes de casillas. En el PRI no repararon en gastos y tenían personal para todo en cada casilla, otros como PAN y PRD apenas tenían un defensor del voto; mientras que nadie cuidaba los intereses de la independiente Teresa Castell.
Con el paso de las horas las redes sociales se convirtieron en arena, los dimes y diretes se multiplicaron. Las acusaciones de compra y coacción del voto, y el acarreo de votantes por parte del PRI fueron desnudados ante el olímpico silencio de los árbitros electorales, que no contaron con la estatura que el momento les exigía pues fueron incapaces de cumplir con los requisitos de equidad, imparcialidad y certeza, a pesar de eso en las urnas comenzaba a fraguarse otra historia.
Y es que, los votantes mexiquenses llegaron a las urnas con el hartazgo de los aquelarres que se viven todos los días en las calles del Edomex. Los altos índices de inseguridad, pobreza y desempleo que se viven en la entidad calaron fuerte en el ánimo de los electores. Ayotzinapa, la Casa Blanca, la corrupción, los gasolinazos, los muertos y desaparecidos de Peña también sumaron a la hora de emitir el voto.
A las 6 en punto de la tarde, como presagio de los resultados electorales que más tarde se harían públicos un intenso aguacero cubría las calles de la capital mexiquense. En el bunker priista Alfredo y los suyos se declaraban ganadores según sus encuestas de salida, se alzaban la mano e incluso, subían un tuit de su triunfo que a los pocos minutos tenía que ser eliminado.
En el hotel donde montó Morena sus oficinas la sala de prensa habilitada estaba desbordada, en una primera breve perorata el presidente Horacio Duarte hacia presunción de llevar una ventaja de entre 5 y 7 puntos porcentuales, que desencadenaba estruendos y sonoros aplausos.
Lo que siguió fue un beatifico silencio de casi tres horas por parte de los punteros, a las 8:40 de la noche el conteo preliminar del IEEM arrojaba una ligera ventaja para la candidata de Morena, pero dos puntos menos de la ventaja que alcanzaba una hora antes.
La hegemonía priista tembló por algunos momentos pero al final y como en cada elección pesaron más las carretadas de dinero y la movilización de la estructura priista que las buenas intenciones de una humilde maestra rural; y es que, a las 9:43 de la noche el presidente del IEEM salía a declarar –según el conteo rápido oficial- una ligera ventaja para Alfredo Del Mazo Maza que se declaraba ganador, mientras que Delfina prefería esperar el resto delos resultados.
Pero efectivamente ya nos chingaron.
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