Toluca, México; 22 de abril de 2018. En el municipio de Lerma aún se pueden escuchar relatos de los más viejos del pueblo que recuerdan que algún día el río Lerma fue un lugar de diversión, recreación y fuente de trabajo, y que ahí lo mismo se podía pescar que nadar, pues la belleza era tal que se contaba con un paradero exclusivo para los botes que llegaban.
De ese paraíso no queda nada, el afluente hoy está convertido en una enorme cloaca, un depósito de botellas, envolturas, llantas, aguas negras e industriales. Un río muerto e inservible, señalan ambientalistas.
El problema es tan grave que un diagnóstico de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) advierte que en los 708 kilómetros que tiene de longitud, “un cero por ciento no está contaminado”.
La contaminación, la suciedad y el mal olor se multiplican a un par de metros de las aguas, que provocan a quienes pasan náuseas y vómito, así como un malestar generalizado que cierra garganta y enrojece los ojos, marea y cansa. El olor se impregna en piel y ropa, y no se quita.
El afluente nace en los manantiales de Almoloya de Juárez y termina en el lago de Chapala, en Jalisco, pero desde su nacimiento paga el costo de la urbanización y la industrialización. Sólo en los primeros 15 kilómetros son arrojados cada año 425 millones de metros cúbicos de aguas negras domésticas e industriales.
A decir de ambientalistas, en esos 15 kilómetros tampoco hay oxígeno porque el agua está estancada y “huele a lodo podrido porque no tiene circulación. Cuánto tiempo ya tienen ustedes aquí, y vean si se mueve el lirio, vean si se mueve la basura”, dice el ambientalista Andrés Alvarado mirando el agua mansa.
Una mirada a unos centímetros del afluente deja ver, entre kilos de botellas, lirio y aguas negras, que ningún tipo de vida existe ahí, tampoco se observan vacas, borregos o caballos pastando y mucho menos bebiendo del agua, que dejó de ser apta para consumo humano.
El saneamiento del afluente no parece importarles a las autoridades municipales, estatales y federales, que han dejado el tema en el tintero, que -sostiene el ambientalista- debería estar en la agenda de los presidentes y no hacer más carreteras.
A decir de Andrés Alvarado, la decadencia del afluente inició en 1968con la llegada de las fábricas, pero el costo por contar con fuentes de trabajo y una aparente mejor calidad de vida para los habitantes de la región fue demasiado alto.
– En 1968 -dice- nos emocionamos cuando se puso la primera industria en Lerma, todos la recibimos con gusto, porque venía a dar la mano de obra, iba a haber trabajo para los obreros, administrativos, fue la fábrica Química Sol, pero esa y otras que llegaron empezaron a contaminar con sus productos químicos.
Pestilencia y enfermedades
Medio siglo después, la contaminación del Lerma ha desencadenado enfermedades y pestilencia. La Asociación Mexicana de Ayuda a Niños con Cáncer (AMANC), dio a conocer que los químicos concentrados en el afluente han provocado la aparición de leucemia, un tipo de cáncer que afecta principalmente a los niños.
Un putrefacto olor da la bienvenida a todo aquel que cruza por la autopista o llega al pueblo, aunque el pestilente aroma se ha vuelto cotidiano para quienes habitan, transitan o trabajan en las márgenes del río.
Con el paso de los años -dicen quienes han construido sus casas e instalado negocios a unos metros del puente colonial- “nos hemos acostumbrado a trabajar y vivir normalmente”, mientras otros opinan que “no se acostumbra uno a vivir así, mejor dicho, tiene uno que vivir así”.
Pero el olor, que por las mañanas y las noches alcanza a todo el municipio, no proviene solamente del afluente sino de la planta tratadora Reciclagua, “no es el río, cuando apesta mucho no es el río, ve y asómate al río y no huele feo”, dice uno de los vecinos.
Esta versión es apoyada por uno de sus vecinos, quien sostiene que el mal olor sale de la tratadora y que, incluso, se creó un reglamento para que Reciclagua sólo trabajara el “horno” en cierto horario, pues “se puede decir que normalmente huele bien, pero en ese horario empieza a oler mal”.
Sostienen también que la sustancia que genera el mal olor y que es soltada por las mañanas y las noches es capaz de corroer material de construcción como varillas, láminas y alambrón. Pero no sólo los fierros son corroídos, también el tabique porque “el block se hacía verde cuando llegaba, a los 10 minutos se empezaba a hacer verde, pensé que eran contaminantes del agua del pozo del que le echan y no, porque allá adelante hay una construcción que tiene block de otra bloquera y también se hizo verde”, señala un hombre dedicado a la construcción.
Esfuerzo insuficiente
El trabajo de Reciclagua, desde su creación en los años setenta, fue puesta en entredicho, sostiene el ambientalista Alvarado, quien apunta que para tratar de evitar la contaminación del río, el ex presidente municipal José Antonio Muñoz instaló, con otras personas, una tratadora de agua, “explotando los residuos de las industrias que soltaban al río Lerma, pues había un reglamento que obligaba a regenerar esa agua, para después verterla al río, pero no fue así, los echaban directo, la planta pocas veces trabajó”.
Reciclagua, que es operada por el gobierno mexiquense, también ha sido señalada por Conagua de ser una de las empresas que más contaminaban al río, pues “muestreos físicos y químicos realizados por la Conagua para medir la calidad del agua del río arrojaron que los picos más altos de contaminación era donde esa empresa vertía sus aguas”.
La empresa que es operada por el gobierno del Estado de México trata, entre muchas otras, las aguas residuales de las compañías químicas que utilizan materiales pesados en sus procesos como Dupont, Nalco, Polioles, Rexcel, Aceites Especiales, Sealed Air de México, Signa, Curacreto, Acuario Pinturas e Industrias Químicas de Lerma.
La paraestatal también ha sido demandada por presuntos daños al ambiente y contaminación del río por habitantes de San Mateo Atenco; mientras que en 2008, el gerente de Ciencias Ambientales Nucleares del Instituto de Investigaciones Nucleares, Pedro Ávila Pérez, advertía que la empresa incumplía con el tratamiento de aguas residuales y que si bien cumplía con la norma 001 no lo hacía con otros parámetros.
Para sanear el afluente el gobierno mexiquense cuenta, desde hace 28 años, con la Comisión Coordinadora para la Recuperación de la Cuenca del río Lerma, que ha pasado con más pena, pues a pesar de contar con un presupuesto no ha dado resultados -acusa Andrés Alvarado-, quien dice que sólo han ido a poner una draga, sacarse la foto y se van.