El cielo amaneció encapotado en San Lucas Ocotepec el miércoles 10 de septiembre, como si acompañara la pena de una comunidad que despertó con la tarea más dolorosa: despedir a Liliana García Cristóbal, una joven de 26 años que perdió la vida dos días antes en el choque entre un tren y un autobús de la empresa Herradura de Plata. Diez personas murieron y 57 resultaron heridas en aquel percance.
Desde temprano, las calles polvorientas del pueblo comenzaron a llenarse de vecinos. A las 9:30 de la mañana, en el panteón local, trabajadores alistaban el sitio donde descansaría Liliana. Mientras cavaban y colocaban la lápida, la familia ofrecía comida y refrescos a quienes colaboraban. Era un gesto de gratitud, pero también de comunidad: nadie estaba solo en el duelo.
El último adiós
En la casa de la joven, el ambiente era espeso, cargado de rezos y sollozos. Una mesa con medio centenar de veladoras encendidas iluminaba tenuemente el ataúd colocado en el patio de la casa. Cada visita era recibida con abrazos y lágrimas. Su madre, María del Carmen, se deshacía en llanto cada vez que alguien se acercaba a darle el pésame.
A las 11:13, el sonido de las trompetas rompió el silencio: había llegado el mariachi. El cortejo se preparaba. Vecinos entraban con ramos de flores, refrescos y cazuelas de comida. Media hora después, comenzaron a sacar las veladoras y los arreglos para acompañar el camino hacia el panteón.

A las 11:50, entre cantos de “Ya se va la niña del divino verbo”, cerraron el ataúd. La camioneta que lo trasladaría también cargó con ropa y zapatos de Liliana, para que fueran sepultados con ella. Al mediodía, las nubes se partieron de pronto y un rayo de sol iluminó la procesión.
La camioneta avanzó hacia la iglesia del pueblo, adonde llegó veinte minutos después. No hubo misa, pero sí oraciones y una vuelta simbólica alrededor del templo, mientras el humo del copal perfumaba el aire. A las 13:11, el cortejo arribó al panteón. Antes de la sepultura, el féretro se detuvo en una capilla para nuevas plegarias. Veinticuatro minutos más tarde, Liliana fue enterrada con sus pertenencias, entre flores arrojadas a la tumba, estallidos de cohetes y los acordes de los mariachis.


Alrededor de 200 personas acompañaron a la familia en ese trance. Tras la sepultura, los familiares agradecieron el apoyo y pidieron a los presentes reunirse en la casa para compartir alimentos, como dicta la tradición en la región.
Voces quebradas, exigencias firmes
En entrevista, la madre de Liliana apenas pudo articular unas palabras entre lágrimas: “Ya no me van a regresar la vida de mi hija”. Denunció que, hasta ahora, la empresa Herradura de Plata no ha otorgado indemnización alguna. “Solo nos dieron el ataúd y unas lonas para cubrir la casa durante el velorio”, lamentó.
«Ya no me van a regresar la vida de mi hija. Solo nos dieron el ataúd y unas lonas para cubrir la casa durante el velorio»
Liliana trabajaba como empleada doméstica en la Ciudad de México, pero cada fin de semana regresaba al pueblo para estar con su familia, dedicada al campo y a la cosecha de hortalizas. El último fin de semana antes de la tragedia habían viajado juntos a Querétaro, un recuerdo que ahora se convirtió en despedida.



El día del accidente, sus padres supieron por redes sociales que un tren había embestido a un autobús. Llamaron una y otra vez a su hija, pero nunca respondió. La confirmación llegó horas después: Liliana estaba entre las víctimas.
Amigos y familiares la recuerdan como una joven tranquila, sonriente, humilde, lectora apasionada y amante de las reuniones familiares. Hoy, exigen justicia y sanciones para el conductor del autobús, a quien responsabilizan directamente del siniestro.
La justicia pendiente
El choque ocurrió la mañana del 8 de septiembre, cuando un tren impactó a un autobús de la línea Herradura de Plata en territorio mexiquense. El saldo fue devastador: diez muertos —siete mujeres y tres hombres— y 57 heridos, muchos de ellos vecinos de San José del Rincón, San Felipe del Progreso y Jocotitlán.
Pese a los testimonios y peritajes en curso, el conductor señalado como responsable sigue libre. La Fiscalía del Estado de México investiga si enfrentará cargos por homicidio culposo o doloso. Mientras tanto, las familias conviven con la doble herida: la ausencia de sus seres queridos y la incertidumbre de una justicia que aún no llega.

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