Lo mejor del Se dice que…

Lo mejor del Se dice que...
Entre Teresa Castell y Melissa Vargas… de plano no hay a cuál irle.

Toluca ha cambiado muy poco, casi nada, los últimos 15 meses. Las cosas siguen igual de mal que antes y, en algunos aspectos, peores. No hay mejores servicios públicos, ni seguridad pública, ni transparencia en el uso de los recursos públicos. La alternancia política ha sido un fracaso en la capital. Las diferencias de resultados entre Juan Rodolfo y Raymundo son imperceptibles. Para la gente, da lo mismo uno que otro. Decepción y enojo social; además de lógicos, justificados.

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A propósito del magistrado Ricardo Sodi, parece que nada lo sensibiliza ni conmueve y mantiene la convicción de que su ¡salario no se toca! El también presidente del Tribunal Superior de Justicia continúa cobrando mes con mes un chequesote por 292 mil 795 pesos, de los cuales se lleva, después de deducciones e impuestos, libres de polvo y paja 192 mil 192 pesos; mucho más de lo que gana el presidente López Obrador y que, por mandato constitucional, nadie en el servicio público debería cobrar más.

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Entre Teresa Castell y Melissa Vargas… de plano no hay a cuál irle. Las diputadas toluqueñas actúan como si estuvieran en competencia para demostrar quién está más a la derecha. Una del PRI y otra del PAN, pero su discurso las mimetiza en la ultraderecha. Algo muy serio pasa con los electores de la capital del Estado de México que eligieron tales representantes.

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Alejandra es más elocuente que Delfina. Quizá en esa fortaleza la candidata del PRI apoye el reto a debatir públicamente que lanzó a la candidata de Morena, quizá pensando que podrá derrotarla fácilmente. La idea no es mala, por el contrario, puede ser muy útil que discutan públicamente de los grandes temas de interés general y que los electores contrasten. La maestra debería tomar el reto, quizá lo único que necesite es entrenarse un poco en la dialéctica erística de la que habla Schopenhauer en su opúsculo El arte de tener razón. A la gente ya no le importa quien hable más bonito y fluido, sino quien lo haga con verdad.

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Juan Zepeda tuvo en 2017 un deleznable rol de esquirol. Participó como candidato del PRD a la gubernatura no con el ánimo de ganar, sino para restarle votos a Morena. En 2018 volvió a hacer el trabajo sucio contra el candidato a la presidencia Andrés Manuel López Obrador. Lo premiaron con una senaduría de primera minoría de la alianza PAN-PRD. Algo se rompió entre él y sus empleadores, al menos aparentemente. Brincó entonces a las filas de MC y le dieron todo en Edomex. Hizo diputado a su hermano y le nombró jefe de la bancada. Empoderó a sus amigos aliados y él se quedó con el partido. Parecía lógico que en este 2023 volviera a caminar sobre sus huellas y repitiera la operación que tan buenos dividendos les han generado. Insospechadamente no lo hizo. El argumento para justificarse fue pusilánime. Esa historia apenas empieza. Lo mejor no ha sido contado. Tiempo.