El ánimo social no se ha modificado, la mayoría de la gente quiere un cambio. Pocos, poquísimos, son aquellos quienes están satisfechos con el estado actual de las cosas, pero los más desean que todo mejore porque no les ha ido nada bien. Esa es la dialéctica profunda del proceso electoral.
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En un par de semanas todo estará definido. La candidata del PRI y aliados ha hecho un enorme esfuerzo por equilibrar la competencia alcanzando a la puntera de Morena, pero no lo ha logrado, al menos no hay prueba objetiva de ello. Las probabilidades de que Delfina gane son altas, altísimas, los aportadores podrían decir que de 2 a 1. Aun así, cantar a priori una derrota priista no es más que propaganda.
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Cuando se escucha a reconocidos integrantes de la elite priista que sus planes inmediatos son mudarse a otro país, descansar largamente o dedicarse ahora a los negocios privados, se deduce que su han dado por perdidos, que saben que las posibilidades de triunfo son remotas. Por lo que se ve, sus convicciones son frágiles y el ánimo está roto.
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La campaña de Alejandra es muy parecida a la de Alfredo en 2017. Parecería que ella camina, con matices, sobre las huellas de él. Alfredo ganó, con muchas dificultades, pero lo hizo. Las condiciones hoy, 6 años después, son muy distintas.
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La Universidad Autónoma del Estado de México está en calma. En el principal centro mexiquense de pensamiento crítico no se ha dejado contaminar por las pasiones políticas de los partidos y otros grupos de poder. El proceso electoral está a punto de llegar a su punto culminante y la UAEMex está incólume frente al cambio. La institución está fortalecida y su comunidad es ejemplar.