Ser un niño que vive en pobreza es la condición más proclive para crecer sin desarrollarse plenamente. La pobreza, lo sabemos, es la condición en la que vive gran parte de la población en el planeta y más de un tercio de los mexicanos. Es aquella situación en la que los ingresos y el acceso a los satisfactores básicos son insuficientes. Sabemos que en los últimos años ha habido logros notables en la reducción de la pobreza en el país, pero hoy hay nuevos datos sobre ese sector específico de la población en el que la pobreza suele tener más secuelas: la niñez.
Hace unos días, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, la Unicef, junto con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social, el Coneval, hicieron público el documento Pobreza infantil y adolescente en México, 2022. Sus números son buenas noticias, pues hablan de una reducción en la pobreza infantil cercana a 7 puntos porcentuales en el periodo 2020-2022. Se trata -dice el documento- del nivel más bajo en la pobreza infantil en México desde el año 2008.
Todos sabemos que, a causa de la pandemia de Covid-19, los niveles de pobreza se incrementaron, pero luego de ese periodo, las condiciones han mejorado. La cifra precisa que revela el informe mencionado es que la proporción de mexicanos menores de 17 años que se encuentran en esta situación bajó de 52.6 a 45.8 por ciento. Es decir, hoy hay menos niños mexicanos viviendo en pobreza, pero aún son muchos, pues debe recordarse que la cifra global de habitantes del país que viven en condición de pobreza ahora se ubica en 36.3%. Sí, hay más niños pobres que adultos pobres en México.
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Las consecuencias de vivir en pobreza durante la infancia -reconoce Unicef- incluyen “causar daños físicos, cognitivos y emocionales cuyos efectos pueden perdurar hasta la edad adulta, mermando su bienestar y afectando el desarrollo de su potencial. Asimismo, la pobreza en la infancia y la adolescencia restringe el avance de sus capacidades personales para su plena inserción en la sociedad”. Pero, además, hay que considerar el hecho de que las niñas y niños dependen altamente de los cuidados que les proveen los adultos y el Estado, especialmente durante la primera infancia. Así que son un sector de la población altamente vulnerable.
Otras de las cosas que revela el documento recién publicado es que, entre los niños pertenecientes a algún pueblo indígena, el problema es más grave: 79.1 por ciento de ellos, tiene al menos tres carencias sociales y de ellas, la mayor es el acceso a la seguridad social (93.9 por ciento). Sí, sigue siendo un gran problema estructural en el país: la marginación y la pobreza como condición histórica de los pueblos originarios. Igualmente, este nuevo estudio confirma que los estados del sureste de México son los más afectados. En esa región, el porcentaje de pobreza infantil es de 62.5 por ciento, contrastando con lo reportado por la región noroeste (24 por ciento).
Los niños en pobreza no se nutren bien, se enferman con más frecuencia, no tienen acceso a servicios de salud de calidad, su aprovechamiento escolar no es el adecuado, se ven forzados a trabajar desde edades muy tempranas, su vivienda no tiene los servicios básicos y podríamos seguir sumando agravantes. A ello se debe que el estudio califique de “acumulativa” la pobreza infantil, pues va sumando factores que terminan por obrar en contra del desarrollo pleno de los futuros ciudadanos mexicanos.
El referido documento indica que hay logros y se destaca el papel de los programas sociales implementados desde el pasado sexenio, pero se advierte que se necesita un mayor esfuerzo y recomienda: “ seguir ampliando los programas de protección social, especialmente aquellos dirigidos a hogares con niños, niñas y adolescentes, además de extender esfuerzos de generación de empleos formales, acceso a salarios más altos y sobre todo mejorar la cobertura y la calidad de los servicios, tanto de salud como de educación”.
El novel gobierno federal que encabeza Claudia Sheinbaum ha anunciado, entre otros programas sociales, el de una beca universal para niños que cursan la educación básica. Ello, eventualmente, sumaría a esta causa de reducir la pobreza infantil en el país, pero habrá que esperar a que se ponga en marcha y, luego, que haya datos para ponderar su impacto. Faltan, incluso datos de los últimos dos años del gobierno de López Obrador para saber la situación real de este sector poblacional, pero hay una cosa clara: niños viviendo mejor incrementa las posibilidades de adultos que hagan mejor sociedad y contribuyan al desarrollo nacional.

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