La otrora tierra fértil de casi todas las regiones de México se ha convertido en tierra de muerte y dolor. De ella, en los últimos años, lejos de obtener el alimento de miles de familias, brotan aterradoramente huesos, cráneos, ropa de hombres, mujeres y niños sin rostro, sin pasado, sin nombre, sin apellidos.
Las fosas clandestinas han ocupado el lugar de los sembradíos. Los hoyos con restos humanos han sustituido las parcelas de verduras, frutas, para pastoreo o recuperación hídrica.
Tan sólo del 2014 al 2016, grupos de activistas contra desaparecidos han documentado, de manera informal, más de 600 fosas con restos humanos. De ellas, han contabilizado mil 557 cuerpos, apenas las que se han encontrado, denunciado y que han sido públicas.
Los restos, por ser restos en muchos casos y no cuerpos completos, no están registrados dentro de las estadísticas sobre homicidios que tiene el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.
Conocer el origen de los cuerpos, quiénes eran, de dónde venían, dónde vivían, por qué están ahí, ha sido una tarea imposible para las autoridades que han perdido, junto con la sociedad, el asombro ante la aparición de estos cementerios del anonimato.
Del 2014 al 2017, en el estado de México se han encontrado 30 cuerpos en esta circunstancia. Enterrados, olvidados. Algunos con huellas de tortura, otros en pedazos.
Guerrero es la entidad que más fosas clandestinas tiene. Entre enero de 2014 y enero de 2017, se han encontrado 683 cuerpos en estas tumbas, lo que representa el 41.5% del total en el país. Veracruz, ocupa la segunda posición; mientras que, en tercer lugar de esta lista se encuentra Nuevo León, con 99 cuerpos. Hasta hace dos meses 265 cuerpos había contabilizados en fosas clandestinas.
La semana pasada, un terrorífico hallazgo duplicó el número, al encontrar una nueva fosa con 304 restos de cuerpos localizados en los estados de Tamaulipas y Michoacán, quienes aparecen en cuarto y quinto lugar de la lista con 89 cuerpos encontrados en fosas clandestinas; Sinaloa, con 66 cuerpos encontrados; Jalisco y Morelos, con 49, según datos dados a conocer por el periodista Raymundo Rivapalacio.
La lucha entre bandas criminales; los ajustes de cuentas, los problemas entre el crimen organizado son algunos de los argumentos que esgrimen las autoridades para justificar esta cosecha humana en las regiones más peligrosas del país. En aquellas donde el narcotráfico y la delincuencia organizada operan como un poder alterno, mortal y sangriento.
Es la nueva cosecha de la narca tierra mexicana.
En esa tierra es donde brotan los muertos, los sin nombre, los que alguien no quiso desaparecerlos, sólo dejarlos ocultos para que alguien más los encontrara.