No solo son los libros, es un modelo educativo

No solo son los libros, es un modelo educativo
Las críticas también suelen venir de grupos muy particulares.

Desde que tengo memoria, los libros de texto gratuitos han sido objeto de crítica. Se les señala por contenidos, por erratas, por costos, por abordar la sexualidad, por cuándo y cómo llegan, etcétera. Las críticas suelen ser “por temporada”: justo estas fechas previas al inicio de ciclo escolar son propicias para ello. Los medios periodísticos saben que “hay nota” si uno se pone a revisarlos, porque siempre encontrará algo que señalar. Las críticas también suelen venir de grupos muy particulares: la Asociación de Padres de Familia, los Partidos Políticos, las cámaras empresariales, los medios de comunicación, entre otros.

Este año las críticas han sido numerosas. Han venido, sin embargo, de los mismos sectores ya mencionados. Como casi siempre que se critica a un nuevo libro de texto, no hay detrás de ello un respaldo popular. No vemos a miles o millones de padres de familia movilizándose o a los profesores protestando en las calles. Lo más que se ha visto ahora es una convocatoria a firmar virtualmente en el sitio Change.org. Es más bien un asunto político cupular, que en tiempos electorales suele agudizarse, porque todo suma para causas proselitistas.

Hace un año, en este mismo espacio, publicamos un comentario en el que llamábamos la atención sobre la implementación, en la modalidad de programa piloto, del nuevo modelo educativo propuesto por la SEP para la educación básica. Advertimos en ese texto que se trataba de una propuesta con varios “giros” en relación con los modelos anteriores. ¿Cuáles? El primero es que ubica a la comunidad como el centro del proceso educativo, pretendiendo trascender de esa manera el individualismo característico de los modelos orientados a la competencia (de inspiración neoliberal). También se está lanzando la apuesta por recuperar la historia y tradiciones de los pueblos originarios, alentar la perspectiva crítica, no fragmentar el conocimiento (a través de las asignaturas) y no tener como objetivo los estándares y competencias (que suele sugerir la OCDE), sino los aprendizajes para la vida, incluyendo incluso la dimensión espiritual desde una visión laica.

En este nuevo modelo, el rol del docente es el de guía comunitario y el instrumento principal para propiciar el aprendizaje es el diálogo. De inmediato, la propuesta fue objeto de varias críticas (no tan abiertas como las que ahora se lanzaron con motivo de los libros de texto). Se le descalificó “por basarse en las Epistemologías del sur”, por utilizar conceptos como “descolonizar” o “saberes” (no solo conocimientos). Y, desde que se dio a conocer el modelo se emplearon en sus críticas términos como “marxista”, “adoctrinador” y cosas similares. Todo esto lo comentamos –repito- hace un año.

Bueno, pues los libros de texto gratuito que hoy están en el centro de crítica son precisamente una de las herramientas para ejecutar dicho modelo educativo. Se busca (sería la idea) que los niños egresen con una “identidad étnica y nacional”, con una perspectiva de “cultura de paz”, reconociendo y valorando “la diversidad del país”, actuando “con responsabilidad social, apego a los derechos humanos y respeto a la ley” y que utilicen el pensamiento crítico como “base para la toma de decisiones libre, consciente y responsable”, que en todo momento tomen en cuenta sus derechos, la alimentación saludable, la actividad física, la salud sexual y reproductiva, como parte de un proyecto de vida, libre de adiciones y violencia.

Yo no tengo duda de que la intención del modelo y de sus correspondientes materiales didácticos es buscar que, desde la escuela, se transforme la sociedad mexicana para salir de las espirales de violencia, explotación, discriminación, corrupción y abuso que se encuentran en el centro de los grandes problemas nacionales. Ahora la pregunta es ¿se conseguirá? Ese ya es otro debate y ahí pueden discutirse los errores que tienen cada uno de los libros y la falta de capacitación pertinente a los maestros, o si existen programas de estudio que se armonicen con los libros y que doten al docente de los elementos necesarios para hacer su trabajo.

La transformación de la sociedad no solo es deseable sino necesaria, pero su complejidad es tal que rebasa los límites del aula. Modelo educativo y libros de texto son parte de un proyecto político, porque gobernar es estructurar el campo de acción de las personas y eso se hace con leyes, con políticas públicas y con programas educativos. Eso es tan viejo como la humanidad. Todos los gobernantes de todos los tiempos tienen en las instituciones los mecanismos para encauzar los comportamientos de las personas que gobiernan. El que hoy estén en el gobierno políticos con orientación distinta a los que nos gobernaron los últimos cuarenta años, evidentemente tenía que verse reflejado en acciones de gobierno, y definir el modelo educativo es una de ellas.

Todas las críticas al modelo educativo y a los libros de texto tienen una motivación política. Todas. Igualmente, toda su defensa es de tipo político. En ambos casos pueden emplearse argumentos pedagógicos, epistemológicos, metodológicos, éticos o el que me digan, pero a final de cuentas es una disputa política por dos proyectos de nación.