“El Poder y la locura”

"El Poder y la locura"
Por supuesto que Raymundo no está loco ni es tonto

El Poder y la Locura“. Así tituló en 2019 el escritor Sergio Ramírez —Premio Cervantes 2017— un magnífico artículo para la edición española de El País. Es uno de esos textos que aturden por su sabiduría y actualidad. Para comprender lo que hoy se vive en Toluca, valdría la pena leerlo. Puede hacerse de manera libre en el siguiente link: https://elpais.com/elpais/2019/04/29/opinion/1556557232_409186.html?event_log=go.

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Con luminosidad, Ramírez documenta y explica el síndrome de hubris: “[…] tiene hoy categoría clínica gracias al médico y político británico sir David Owen, quien define las características principales de este padecimiento mental, tan viejo y persistente, en su libro de 2008 ‘En el poder y en la enfermedad‘; un trastorno de la personalidad que no se da sino en el medio de cultivo del poder, que lo activa y exacerba”.

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Con genialidad, el maestro advierte: “Némesis castiga sin piedad a quienes se erigen por encima de los demás mortales, sin atender a ninguna clase de límites, sordos a los clamores de la ley y a las voces de la cordura, porque se convierten en posesos de esa hubris que emponzoña sus cerebros y los nubla de vapores maléficos. Es la locura a que Lady Macbeth incita a su marido para apoderarse del reino usando los instrumentos más mortíferos y eficaces, la traición, la vileza, la falta de escrúpulos, la perfidia, y el asesinato como necesidad de estado”. Para el caso, la referencia a Macbeth bien podría usarse para Andrés Vergara.

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Por supuesto que Raymundo no está loco ni es tonto. Está trastornado, envilecido por un poder que cree suyo y está dispuesto a defenderlo con todos los recursos a su alcance, legales e ilegales. El Poder Legislativo debe revisar con seriedad su caso y a través de la ley encontrar la solución.

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Si Raymundo respeta la ley, como afirma para justificar el uso selectivo de la fuerza pública, debería transparentar su patrimonio y explicar el origen. Durante los últimos 25 años se ha dedicado solamente al servicio público y no ha tenido otros ingresos que los correspondientes a su salario. Acumulados todos sus ingresos y pensando que no ha gastado de ellos un solo peso para vivir, no le alcanzarían para pagar ni la mitad de su rancho en Cacalomacán.