Podría ser un exceso, pero ejemplifica. Una de las características endémicas de la clase política mexiquense es su indisposición o imposibilidad a cambiar. Nuestros políticos, estén donde estén, siempre serán los mismos. Mudarán de partido o colores, pero lo único que realmente cambian es su código postal. Los priistas que llegan a Morena, al PVEM o MC pensarán y actuarán siempre como priistas. En Morena parecen tener serias dificultades para entender, comprender, el cambio que desea y busca la sociedad.
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Pasan los días que se acumulan en semanas y las semanas en meses y los meses en años y el «Estado Profundo» del anterior régimen mantiene buena parte del control del nuevo gobierno. Casi año y medio después de instalada la 4T en el Estado de México, las reminiscencias del pasado se mantienen como inercias activas y actuantes.
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No todos, pero sí muchos de los alcaldes de hoy se parecen, se mimetizan, con los de ayer. Semiótica, ética y estéticamente son un bucle. Lo que hoy los ciudadanos vemos, lo vimos a hace 3, 6, 9, 12 años… ad infinitum.
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Los demonios andan sueltos. La industria del mal tiene su estrategia para presionar y salvaguardar sus intereses territoriales en los municipios. El crimen constituido como poder fáctico actúa para preservar su statu quo. Esa es una de las explicaciones al notorio aumento de los hechos de violencia, básicamente, en vía pública, sobre todo en aquellas demarcaciones que cambiaron de partido en el poder.
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El mayor instrumento para los cambios estructurales es el Poder Legislativo local. No hay excusa para, ahora sí, desmantelar absolutamente al Estado neoliberal y sus terribles políticas públicas y/o planes de gobierno. Morena tiene pleno control de la legislatura, si no lo hace será porque no quiere o tiene otros intereses. Los diputados inician el año sin agenda, idea ni compromiso público, claro de que harán.
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