El 28 de marzo pasado —en pleno proceso electoral— la dirección de Recursos Materiales del Gobierno del Estado de México hizo una inusual, por decirlo suavecito, compra de 3 millones 277 mil 816 despensas, la mayor cantidad de que se tenga registro en una sola exhibición. Un contrato por 2 mil 33 millones 393 mil 155 millones de pesos. La directora general del área, Cinthya Casillas Cruz, tendrá que dar las explicaciones del destino de esos paquetes alimenticios. Las empresas beneficiadas fueron PRODUCTOS SEREL, S.A. de C.V., LA COSMOPOLITANA, S.A. de C.V. y COMERCIALIZADORA AGRÍCOLA Y DE BIENES LANDSMARK, S.A. de C.V.
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Es increíble que un contrato de ese volumen se haya resuelto con tanta discreción. Esas cantidades de dinero son para aturdir a cualquiera, solo acostumbradas para la ejecución de alguna obra pública. Son tantas las sombras sobre esa compra que incita a la sospecha.
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Solo imaginar la logística para preparar millones de canastas alimentarias con peso promedio de 12 kilos, empaquetarlas en cajas de cartón, rotularlas, fletarlas, descargarlas y entregarlas en tiempo récord. Ni Amazon podría con el paquete, menos en veda electoral.
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La maestra Delfina ha determinado no mudar su domicilio a la residencia oficial “Casa Estado de México”. El anunció lo hará pronto y lo acompañará de una propuesta para dar uso público a ese inmueble símbolo del poder sin límites de los gobernadores del régimen caído. El simbolismo de la decisión es grandilocuente.
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La tensión entre los liderazgos reales del PAN y la burocracia del PRI mexiquense aumenta, el rompimiento parece inevitable. En Acción Nacional no solo no comparten, sino combatirán los acuerdos políticos que ha hecho la bancada priista con la de Morena. El asunto es más serio de lo que se cree.