La octava plaga
“Bernardo Esquinca es un temerario. En un país donde la literatura de terror es menospreciada por la crítica, él ha logrado ganarse a la crítica y al mismo tiempo tener un grueso grupo de seguidores fieles”, afirma Iván Farías. La verdad, no conocía la obra de este tapatío, pero con tal aseveración la cosquilla de la curiosidad quiso acercarme a la novela “La octava plaga”.
Este relato da inicio a la saga de Casasola, un periodista cultural que se ve forzado a trabajar para la sección de nota roja, quien descubre un extrañísimo complot iniciado por los habitantes más antiguos del planeta –sin contar a los organismos unicelulares–: los insectos. Una serie de asesinatos, comportamientos extraños que semejan al de las moscas, las termitas o las mantis religiosas, dan inicio a una novela poco convencional.
La obra de Esquinca se inscribe en la llamada “weird fiction” o ficción de lo extraño: una amalgama de los géneros policiaco, fantástico y de terror. Debo reconocer que, aunque no conocía tal denominación, sí soy fanático de algunos de los precursores más reputados de este género: H. P. Lovecract, Arthur Machen o M. R. James son autores cuyo cuantioso conocimiento del miedo y la angustia nos ha agasajado con obras que se inscriben en lo más alto de la literatura universal. Y, aunque Esquinca no está al nivel de ninguno de ellos, su escritura es bastante decente, amén de ser muy entretenida.
Una novela que se lee en un santiamén, y deja un buen sabor de boca.
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