Sálvese quien lea

Cuentos de la noche escalofriante El norcoreano Lee Ho-Cheol aborda en su obra los diversos puntos de vista del conflicto entre las dos Coreas (en particular, desde los refugiados que huyen al sur). Por ello, los relatos de “Cuentos de la noche escalofriante” no refieren historias de terror, pero sí son terroríficas: hermanos que se encuentran cuando ambos son hechos prisioneros de guerra, una abuela que muere esperando inútilmente el retorno del nieto (también del conflicto bélico), hombres que huyen de la frontera escondiéndose en los vagones de los trenes, un oficial que debe obedecer las órdenes de un general
abril 8, 2016

Cuentos de la noche escalofriante

El norcoreano Lee Ho-Cheol aborda en su obra los diversos puntos de vista del conflicto entre las dos Coreas (en particular, desde los refugiados que huyen al sur). Por ello, los relatos de “Cuentos de la noche escalofriante” no refieren historias de terror, pero sí son terroríficas: hermanos que se encuentran cuando ambos son hechos prisioneros de guerra, una abuela que muere esperando inútilmente el retorno del nieto (también del conflicto bélico), hombres que huyen de la frontera escondiéndose en los vagones de los trenes, un oficial que debe obedecer las órdenes de un general “imbécil”, mucho más joven que él, pero que ha escalado dentro de la milicia (y el partido), condenados que deben cavar sus propias tumbas… Seis estremecedoras historias “que unen aspectos y sucesos como la vida y la muerte, los estragos del conflicto entre las dos Coreas, el devenir temporal y la desesperanza que conlleva”.

Los textos, traducidos por Hae Myoung Yu gracias al apoyo del Literature Translation Institute de Corea, tienen, sin embargo, dos traspiés infranqueables: por un lado, el pésimo cuidado de la edición. Por doquier se encuentran erratas que molestan como piquetes de mosquito, que incluso interrumpen el relato de forma impúdica. Asimismo, la traducción está muy “a la mexicana”, pues incluye maldiciones como “¡pendejo!” y “¡chinga tu madre!”, que, al menos para quien esto escribe, están completamente descontextualizadas (por más que forcé a mi pobre cerebrito, no me pude imaginar a los coreanos gritando semejantes improperios tan nuestros). Quizá hubiera funcionado mejor maldecir como gachupín, para que se sintiera esa distancia con respecto a una cultura que nos resulta harto remota.

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