General Motors pasa su cuarta semana en huelga en Estado Unidos, pero los efectos ya son visibles en México. En Silao ha suspendido a 6 mil trabajadores por paro técnico y en Ramos Arizpe recortó a 415 más. Lamentablemente, parece inevitable que el daño laboral toque a la planta Toluca. La incertidumbre es grande y agobia a los trabajadores de una de las industrias emblemáticas de este valle, sin que hasta hoy haya al menos una voz de aliento, de solidaridad, del sempiterno líder sindical, Arnulfo García Pichardo, la secretaria del Trabajo, Martha Hilda González o del secretario de Desarrollo Económico, Enrique Jacob. Todos se han hecho ciegos y sordos.
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La planta de GM en Toluca abrió en 1965 durante los gobiernos del presidente Gustavo Díaz Ordaz y el gobernador Juan Fernández Albarrán. Es la unidad más antigua que esa trasnacional tiene en México. Por décadas fue ícono del desarrollo de la ciudad capital. Desde hace más de una década arrastra problemas graves que la han colocado en situación muy complicada, sus trabajadores han soportado todo: recortes, paros, reducción de prestaciones y precarización salarial. Hoy, una vez más ellos y sus familias están en apuros y no hay quién les tienda la mano. Las autoridades federales, estatales y municipales deberían ser un poco más sensibles.
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Arturo Montiel cumplirá el próximo martes 76 años sin problemas físicos, económicos, legales ni políticos. El padre del peñismo, es un sobreviviente de su propia creación. Tres cuartos de siglo y no se agota, hoy mismo está a la cabeza de una corriente de opinión que cree todavía posible el rescate electoral del PRI y trabaja con planes para 2021. Montiel es enigmático, pocos realmente le conocen y saben sus reales intenciones. Único ex gobernador que ha salvado acusaciones formales de corrupción, no olvida que quien lo sacó realmente de ese atolladero fue el hoy defenestrado ministro Medina Mora cuando era Procurador General de la República. Es un personaje, para unos maligno y para otros su benefactor, que no está de regreso… simplemente nunca se fue.
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Mariano, el hijo mayor de César Camacho, se casó el pasado fin de semana. La boda no habría salido de la esfera privada, pero fue tema en los mentideros políticos por el lugar donde se llevó a cabo: el viñedo y hotel boutique Hilo Negro en Ensenada, propiedad del ex gobernador, al que se le ha señalado en no pocas ocasiones de un enriquecimiento perturbador. Los ánimos están crispados y los adversarios no pierden oportunidad de infligir daño. Así las cosas, lamentablemente.
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El Poder Judicial no solo cambiará pronto a su presidente, también a 10 magistrados más que han concluido el periodo para el que fueron designados. El proceso de sucesión es y está absolutamente politizado; diversos grupos de presión, de todos los colores y signos, están metidos en ello. Ser o no ser, es la cuestión, diría Hamlet.