Una de las figuras de las que poco se habla, pero más influye en las decisiones políticas del grupo en el poder, es Erwin Lino, poderoso exsecretario particular del exgobernador y expresidente, Enrique Peña Nieto. Sigiloso, opera con discreción y prudencia en favor de la precandidata Del Moral.
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La fuerza y poder de influencia de Erwin no son nuevos en este sexenio. Contribuyó para que Alfredo del Mazo lograra ser primero candidato, después gobernador, en 2017. Justo como lo hace con Alejandra. En agradecimiento, Del Mazo le invitó a integrarse a su gabinete en la secretaría General de Gobierno. No aceptó, pero recomendó a Alejandro Ozuna y a Jorge Rescala en la secretaría de Medio Ambiente. Desde entonces y hasta ahora sus opiniones son escuchadas.
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Para muchos, la renuncia de Ernesto Nemer a la secretaría General de Gobierno en junio del año pasado, fue sorpresiva pero también enigmática. Mucho se ha dicho, especulado desde entonces. La versión más verosímil contada, hasta hoy, es aquella que narra un supuesto desencuentro ocasional entre Nemer y Alfredo del Mazo, cuando el gobernador pidió a su secretario que hiciera una declaración pública renunciando a su aspiración a la candidatura. Nemer se negó argumentando que consideraba innecesaria una declaración para renunciar públicamente a lo que no estaba buscando. Del Mazo -narran- como pocas veces encolerizó y le cesó fulminantemente. El propio gobernador dio a conocer su decisión a los integrantes del gabinete que le esperaban para sesionar. Solo Nemer, o Del Mazo, podrán decir si la especie es cierta o falsa.
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A pesar de que los tiempos son complicados, el ánimo de Alfredo del Mazo es positivo. Está de buen humor y se le nota, afirman en su primer círculo. Es un hombre, serio, discreto, podría decirse que, hasta adusto, pero su conducta no es la de una persona estresada o neurotizada. No está agobiado, por el contrario, está calmo. Quien piensa que está con nervios o angustia, se equivoca.
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En la última medición de Morning Consult Political Intelligence, elaborada el pasado 2 de febrero, las calificaciones del presidente López Obrador fueron altísimas, prácticamente inmejorables. Con 68 por ciento de aprobación, la segunda más alta en el mundo. En los municipios más poblados del Estado de México su popularidad es todavía más alta, superando la barrera de los 70 puntos. Ese liderazgo, sin duda, será factor en las elecciones a gobernador.