La escuela primaria rural Niños Héroes de Chapultepec, ubicada en Santa Cruz Otzacatipan, en Toluca, abrió este ciclo escolar con las mismas limitaciones que arrastra desde ciclos anteriores. Fundada en 1960 y considerada una de las más antiguas de la zona, la escuela enfrenta problemas de infraestructura, mobiliario insuficiente y sobrecupo escolar, todo esto documentado por AD Noticias durante un recorrido por las instalaciones.
El plantel cuenta con un patio de apenas 20 por 24 metros para recibir a sus 230 estudiantes. La institución dispone de un salón por grado, es decir, seis aulas en total, que no alcanzan a cubrir la demanda. Tan solo primer año concentra 50 alumnos, mientras que en los demás grados el promedio es de 37 a 38. Otros 15 aspirantes no fueron admitidos este año: “Ya no caben”, admite el director Leonardo Alonso Enríquez, quien apenas suma dos ciclos al frente de la institución.
En entrevista para AD Noticias, explicó que, la falta de espacio ha obligado a improvisar. El aula de primer grado era originalmente un comedor del programa «Escuela de Tiempo Completo«. Aún conserva la barra del comedor y los electrodomésticos de lo que fue alguna vez una cocina, ahora separados por cortinas.
Según narra, el programa «La Escuela es Nuestra« permitió rehabilitar algunos servicios hace un año, como sanitarios, pisos, luminarias, jardineras y cámaras de seguridad. Pero la techumbre del patio sigue pendiente: la malla sombra instalada terminó por caerse con las lluvias y tuvo que ser retirada.
Ante este panorama, surgió la petición de aulas móviles, gestión que la dirección ha solicitado sin éxito al Instituto Mexiquense de la Infraestructura Física Educativa y a los Servicios Educativos Integrados del Estado de México.
“Solo nos ponen peros y cada año me piden renovar la solicitud”, afirma el director.
El mobiliario también es insuficiente. Apenas un 30% de los pupitres y mesas fue rescatado en condiciones aceptables. Los grupos de cuarto, quinto y sexto se acomodan en butacas, mientras que los grados menores utilizan mesas trapezoidales con sillas.
“Andamos buscando en las butacas inservibles para que los niños se sienten”.
A las deficiencias de aulas y mobiliario adecuado a los niños, se suma la falta de acceso a tecnologías de la información; la escuela llegó a tener computadoras y proyectores, pero fueron dados de baja por obsoletos. Hoy, las maestras cargan con sus propios equipos y material didáctico.
“Si meto computadoras aquí, me quedo sin dirección”, enfatiza.
La institución funciona con un turno matutino y un personal reducido: seis docentes, un administrativo, una subdirectora de gestión, un intendente y una maestra de educación especial (USAER). Para sostenerse depende de las aportaciones voluntarias de los padres de familia, destinadas a comprar insumos de papelería, limpieza y oficina.
La precariedad alcanza todos los espacios recreativos: el patio, de dimensiones reducidas, no cuenta con canchas ni juegos infantiles. La cantidad de alumnos obligó a retirar las porterías de fútbol y las canastas de básquetbol. La biblioteca funciona en una bodega de tres por dos metros, donde también se almacenan los equipos electrónicos en desuso y la malla ciclónica retirada.
En temporada de lluvias, el suministro de agua no falta, pero cuando falla el pozo municipal recurren a solicitar pipas. Otro riesgo son los árboles dentro y alrededor del plantel, que amenazan con caer y representan un obstáculo para instalar el techado.
En medio de estas limitaciones, la comunidad escolar mantiene la expectativa de mejorar sus condiciones. El director insiste y mantiene la esperanza en que la educación digna exige más que la voluntad de maestros y padres: requiere espacios seguros, mobiliario suficiente y aulas que alcancen para todos y se ofrezca una educación de calidad.
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