Viacrucis en el Penal de Ixtlahuaca

Como cada año, desde hace más de cuatro décadas, el Centro Preventivo y de Readaptación Social de Ixtlahuaca se convirtió en el escenario de la representación de la Pasión de Cristo. Este día, siendo casi las 11:00 horas del viernes santo, la fila para acceder al CPRS de Ixtlahuaca se tornó infinita para quienes con […]

Como cada año, desde hace más de cuatro décadas, el Centro Preventivo y de Readaptación Social de Ixtlahuaca se convirtió en el escenario de la representación de la Pasión de Cristo.

Este día, siendo casi las 11:00 horas del viernes santo, la fila para acceder al CPRS de Ixtlahuaca se tornó infinita para quienes con ansia esperaban ver a sus padres o madres, hijos o hermanos caracterizar algún personaje del tradicional viacrucis.

Las paredes verdes, frías y de gran altura fueron testigos, una vez más de la fe cristiana que conservan los internos y sus familiares, que con ayuda y dirigencia de la maestra Sonia Ordoñez realizan el viacrucis desde hace 42 años.

El proyecto, que actualmente alberga la participación de 94 internos: hombres y mujeres, fue iniciativa la señora María Ordoñez Garibay, quien a su deceso pasó la estafeta a su hija, y hoy con orgullo y emoción sigue alentando la fe entre los presos.

Lo que destaca de esta puesta en escena, no son los diálogos o la vestimenta de los personajes, sino la creatividad, el entusiasmo, incluso la emoción e ímpetu que cada actor dona a su personaje; aún y cuando los recursos destinados para la representación sean mínimos, y tengan que valerse de materiales austeros creados por ellos mismos para la escenografía.

Eso no evita que Jesús, Jorge Hugo Martínez Ruiz, cargue una cruz de madera color café como lo hacen dos personas más y revivan, con su carga, las tres caídas de Jesús de Nazaret, antes de ser crucificado; o que Jesús Sánchez Salinas, parezca disfrutar de los azotes que oferta al “Rey de los Judíos” mientras en coro sin titubeo alguno se escucha << que lo crucifiquen>>

Con los pies descalzos, pantuflas o huaraches desgastados, los personajes fijaban su vista en punto perdido, como evitando las miradas desconocidas y presencia de cámaras. Perduraba una expresión cabizbaja, como de tristeza o timidez. Sólo algunos mostraban rudeza en su rostro. No obstante, participar en la representación ya hablaba de su acto de redención y petición de misericordia, que se observaba en algunos, cuando de vez en ´vez cerraban sus ojos y permanecían así por algunos segundos.

Queda claro que dar vida a las personificaciones no es tarea fácil, dada la disciplina, seriedad y responsabilidad que se exige para participar en el evento. Tras dos meses de ensayos, los internos logran memorizar diálogos y crear escenografía que el viernes santo, en medio de una cancha de basquetbol, dan a conocer a familiares y amigos quienes expresan orgullo y emoción, pero también nostalgia y tristeza al no poder tener a sus familiares con ellos, como expresó don Jorge, padre del interno quien encarnó a Jesús

De acuerdo con los propios internos “la vida no es fácil allí adentro” la razón, la ausencia de sus familiares, la impotencia de no estar cuando sus hijos enferman; como es el caso de Jorge Martínez, quien esperó sin éxito la llegada de su esposa.

Todos y cada uno de quienes participan en la Pasión de Cristo expresan con su rostro o en su cuerpo tatuado con imágenes religiosas, su fe y devoción a Dios. Reconocidos con aplausos por parte del público, al terminar la representación procedieron a cambiar el escenario religioso por mesas y sillas para compartir los alimentos con sus familiares.