Así se vivió el primergrito de Del Mazo

El reloj marcó las once. El balcón de Palacio de Gobierno se iluminó con prontitud, las cámaras apuntaron al gobernador estatal, quien salió al recinto y se dispuso a dar el grito de una nación. Pegada al pecho, aguardaba la bandera nacional. Miró de reojo al Palacio Legislativo, imposible no pensar en la mayoría opositora del congreso. Observó el escenario, ondeó la bandera, tocó la campana y repitió el protocolo anual: “¡mexicanos, vivan los héroes que nos dieron patria!” con el respectivo “Viva” de los mexiquenses que se mantenían en las plancha del Zócalo. Las campanas vibraron y con ellas
septiembre 16, 2018

El reloj marcó las once. El balcón de Palacio de Gobierno se iluminó con prontitud, las cámaras apuntaron al gobernador estatal, quien salió al recinto y se dispuso a dar el grito de una nación. Pegada al pecho, aguardaba la bandera nacional. Miró de reojo al Palacio Legislativo, imposible no pensar en la mayoría opositora del congreso. Observó el escenario, ondeó la bandera, tocó la campana y repitió el protocolo anual: “¡mexicanos, vivan los héroes que nos dieron patria!” con el respectivo “Viva” de los mexiquenses que se mantenían en las plancha del Zócalo. Las campanas vibraron y con ellas los cuerpos de los presentes que se mostraban orgullosos de su raza azteca.

 

 

El primer grito de Alfredo del Mazo se cubrió de colores patrios. En la oscuridad, los fuegos artificiales tomaron a la capital mexiquense. El verde bandera iluminó con bengalas la Plaza de los Mártires; el rojo pasión tomó  con desdén a los recintos estatales y el blanco esperanza iluminó la catedral mexiquense.

El silencio se apoderó de las calles. El primer cuadro de la capital mexiquense estaba consternado, la oscuridad en la Plaza fue solo el principio. Una luz naciente acaparó las miradas, bengalas doradas decoraron el cielo estrellado, explosiones color oro unían a la multitud con sus gobernantes. A lo lejos, en su balcón, Alfredo del Mazo contemplaba perplejo a la pirotecnia tradicional, sus hijos tenían grabado en el rostro la misma expresión que el pueblo: asombro, felicidad pura disfrazada de inocencia. Se escuchó “Soy mexiquense”, canción institucional que pretende ser popular. Miles de celulares apuntaban al cielo, miles de espectadores grabando el recuerdo del 208 aniversario de la Independencia Nacional.

 

 

Los minutos pasaron, 15 para ser exactos, el público enloqueció al mirar las luces de nueva cuenta. Palacio de Gobierno se mostraba como un monstruo arquitectónico bañado en colores patrios. Este año fue diferente, el primer grito del mandatario fue austero, no hubo cena tradicional, sólo luces, música y fiesta en la plaza del pueblo. Un inesperado sonido retumbó en la plaza. El grito de emoción de los mexiquenses fue la respuesta. La alegría en sus pechos  se materializó en las banderas ondeantes y en la espuma blanca de los festejos. Se vio como un ocaso a la familia del mandatario, se despidieron, alzaron los brazos, dijeron adiós, el balcón que por minutos fue el foco de atención, volvió a su estado natural, un simple espacio en la pared gris del recinto. De ahí en adelante no supimos nada del silencio. La Banda el Recodo amenizó el evento, los presentes se transformaron, tomaron sus bebidas y brindaron al son de “El sinaloense” Por un segundo Toluca se convirtió en sucursal de Sinaloa. Las luces dibujaban figuras en Palacio de gobierno que cobraba vida. Las ventanas parecían pupilas dilatadas que veían a miles de mexiquenses disfrutar de la música de banda.

 

 

La fiesta no cesó, la música continuaba, algunos se fueron. La calle de Lerdo poco a poco quedó vacía. Los mexiquenses caminaban en dirección a las pantallas gigantes. Se veían, a lo lejos, las botellas y las cheves.

La felicidad sabe a cebada, huele a chorizo asado y luce como la bandera nacional.

 

 

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