Crisis de representación política

Crisis de representación política
Hubo un tiempo en México y en el mundo que la actividad política se organizaba claramente alrededor de los conflictos sociales que se derivaba de las relaciones de producción. Representar a los trabajadores, a los campesinos o a los propietarios eran etiquetas muy claras para los actores políticos. Había partidos clara y abiertamente laboristas, agraristas, […]

Hubo un tiempo en México y en el mundo que la actividad política se organizaba claramente alrededor de los conflictos sociales que se derivaba de las relaciones de producción. Representar a los trabajadores, a los campesinos o a los propietarios eran etiquetas muy claras para los actores políticos. Había partidos clara y abiertamente laboristas, agraristas, comunistas o liberales y conservadores. En diversas latitudes era así, pero ya no más.

Hoy, de manera muy clara, los fundamentos de la representación política se han modificado. Cada vez hay menos uniformidad en las percepciones y necesidades de los sectores poblacionales. Es demasiado complejo representar a una masa multidiversa, llena de muchos pequeños movimientos sociales, de desagregados grupos poblacionales, de sectores en tránsito, de regiones en transformación. Ello está relacionado con la aparición de fenómenos político-electorales atípicos en muchas partes del planeta. Liderazgos incomprensibles para muchos, alianzas inverosímiles para algunos más, tendencias impredecibles hasta para los “expertos” son, entre otros, los modos en que se expresa esta transformación de la vida política. Los partidos se escinden, alían, fusionan y los votantes se dispersan; esas son parte de las dinámicas más comunes en nuestros días.

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En el caso particular de México, gran parte de la cultura política que sostuvo un régimen unipartidista por muchas décadas tenía que ver precisamente con un electorado claramente estructurado: las grandes centrales obrera, campesina y popular, que eran los pilares del PRI, nos hablan de lo que fue esa etapa de la vida política organizada alrededor de las relaciones de producción. Las condiciones que le sostuvieron, sin embargo, han dejado de existir. 

Hoy dicho partido, al igual que los otros que existen en nuestro país, se enfrentan a una nada sencilla tarea de tratar de representar a un electorado muy flotante, sumamente heterogéneo. Hay una crisis de representación democrática de los intereses sociales no sólo en México sino en muchas partes del mundo. ¿Quién me representa? Es la gran pregunta para millones. La misma no es sólo una pregunta técnica sobre quién es la autoridad electa en mi distrito electoral o mi municipio, sino una pregunta filosófica sobre quién puede hablar por mí y defender fielmente mis intereses, traduciendo en normas e instituciones mi perspectiva.

La falta de una respuesta clara sobre quién les representa lleva a las personas a desentenderse de la vida política partidista, o a reducir los mecanismos de elección y renovación de los poderes a una especie de espectáculo fársico, respecto del cual no puedo sino hacer catarsis en las redes sociales, en las charlas de sobremesa o en la mesa de un café. 

El rostro más visible de esta crisis de representación, de esta clara distancia entre los problemas sociales percibidos por los ciudadanos y las apuestas políticas de los partidos y actores políticos que buscan representarlos, son las alianzas de cara a la elección intermedia del 2021. En efecto, este año habrán de renovarse en territorio nacional la cámara de diputados federal, varias gubernaturas, cientos de alcaldías y algunos congresos locales. Las boletas electorales tendrán como “menú” de opciones para el votante algunas alianzas muy peculiares, por decir lo menos. Es claro que el espíritu de tales coaliciones es más que nada una apuesta política por recuperar o conservar los espacios asignados en la elección del 2018.

Liderazgos incomprensibles para muchos, alianzas inverosímiles para algunos más, tendencias impredecibles hasta para los “expertos” son, entre otros, los modos en que se expresa esta transformación de la vida política. Los partidos se escinden, alían, fusionan y los votantes se dispersan

Los instrumentos que la oposición posee para lograr eso son: sumar sus clientelas electorales y sus redes de operación política para tratar de “recuperar” los espacios que le fueron arrebatados por el voto aplastante en favor de Morena hace casi tres años. En derredor suyo también están operando desde hace ya meses muchos medios de comunicación, varios grupos de presión y los famosos lobbies (esos cabilderos que ejercen un especial e intenso ejercicio del derecho de petición), que han buscado entrampar al gobierno federal por todos los medios, para restar su capacidad de mostrarse como quien representa la voluntad de la mayoría. 

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Los partidos han movido sus piezas, PRI, PAN y PRD han decidido ir juntos en varias de esas elecciones; en tanto, Morena, PT y el PVEM harán lo propio. En juego están posiciones de gobierno y espacios de poder en donde se toman decisiones muy importantes, como es el Poder Legislativo. En tanto, el electorado, que hoy en día se recompone de una elección a otra se muestran como una gran incógnita para los estrategas electorales. Es muy temprano (porque ni siquiera hay candidatos clara y legalmente investidos) para ver cómo estas coaliciones logran captar (o no) la preferencia del electorado y en qué medida se posicionan como favoritos para ganar sus respectivas elecciones (locales y federal). Sin embargo, desde ahora se puede advertir que el resultado de esta elección no será la solución a esa crisis de representación que aqueja a la vida política desde hace varios años. Ello requiere de maniobras mucho más profundas, no sólo en nuestro país sino en gran parte del mundo.