Crisis hídrica cada vez más cerca

Crisis hídrica cada vez más cerca
«¿Qué sabemos de la crisis hídrica”? fue el título que le di a una de mis primeras colaboraciones para AD Noticias, hace más de cinco años. En aquel momento señalamos que el Banco Mundial estimaba que «dentro de 15 años el déficit mundial de agua será de 40 por ciento”. Si eso lo comentábamos hace […]

«¿Qué sabemos de la crisis hídrica”? fue el título que le di a una de mis primeras colaboraciones para AD Noticias, hace más de cinco años. En aquel momento señalamos que el Banco Mundial estimaba que «dentro de 15 años el déficit mundial de agua será de 40 por ciento”. Si eso lo comentábamos hace un lustro, hoy nuevamente debemos interrogarnos sobre el estado en el que nos encontramos en materia de disponibilidad de agua.

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Los estudios de distintas instancias estiman por arriba de 75% el crecimiento del consumo de agua en los últimos años en la mayoría de los países alrededor del mundo. Y los pronósticos son que, para dentro de una década (2031), hará falta agua para, por lo menos, 4 de cada 10 personas: 2 mil millones de habitantes en los cinco continentes.

Hoy, cada vez más cerca de esa fecha en la que la crisis hídrica tomará tintes de catástrofe, está claro que atravesamos por una etapa muy seria en cuando a escasez del vital líquido. Tres cuartas partes del territorio mexicano presentan una evidente sequía. De acuerdo con la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, es “la peor en los últimos treinta años”. Aquí, en nuestra entidad, las presas de Villa Victoria y Valle de Bravo ofrecen panoramas muy desalentadores, faltando más de 50 días para que caiga alguna lluvia más o menos relevante, que es la principal fuente de abastecimiento para ambos casos. De hecho, la Comisión Nacional del Agua reporta que las presas del Sistema Cutzamala se encuentran por abajo del 50% de su capacidad.

La crisis hídrica debe verse a escala planetaria, aunque se sufra a escala local. El cambio climático evidentemente ha alterado el ciclo del agua y, por ello, las lluvias ya no llegan con las características, dimensiones y temporalidad que hace algunas décadas. Además, la ruta de consumo, urbanización, actividad económica y explosión demográfica en todo el planeta agravan el problema.

Tres cuartas partes del territorio mexicano presentan una evidente sequía. De acuerdo con la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, es “la peor en los últimos treinta años”

De manera paralela a este panorama, no debe dejarse pasar por alto la nota presumida por la agencia espacial estadounidense, la NASA, sobre el primer vuelo con éxito de un helicóptero no tripulado en la superficie de Marte, ocurrido hace una semana. La articulación de este par de informaciones (la crisis hídrica y el avance en la exploración marciana), podrían confirmar la hipótesis de que una buena parte de las clases dirigentes del mundo ha llegado a la conclusión de que ya no hay suficiente espacio en la tierra para todos, por lo cual -dice el sociólogo francés Bruno Latour- “desde los años ochenta las clases dirigentes ya no pretenden dirigir, sino ponerse a salvo fuera de este mundo”.

Hay evidencia suficiente para asumir que hemos entrado a un nuevo régimen climático, que los recursos están llegando a su límite y no puede sostenerse ya la idea de que avanzamos como especie a un futuro compartido, armonioso, equitativo e incluyente. Son mayores los signos de crecimiento de la desigualdad, de desplazamientos poblacionales, de pauperización de amplias regiones del planeta e incremento de los riesgos a la vida en todos los sentidos.

Lo que debemos saber de la crisis hídrica hoy por hoy es que ya está aquí, que se acerca el momento en que no haya agua suficiente para mantener los frágiles equilibrios sociales, políticos y económicos del planeta. Ya hay corrientes migratorias en distintas partes que obedecen a las consecuencias de esta crisis por falta de agua. Van a incrementarse en el futuro. Ello complejizará aún más el asunto, pues las concentraciones humanas demandan cada vez más y más agua, misma que hay que traer de lugares remotos, lo cual no sólo es costoso sino que genera desequilibrios bióticos en los lugares de donde se extrae.

Lo podemos ver en cosas tan simples como estas: los que vivimos en la ciudad, debido a la sequía, lo que hacemos es gastar más agua: para asear los inmuebles y lavar el auto que se “polvean”, para regar las plantas que languidecen, para bañarnos, para beber, etc. El problema es serio, está creciendo y debemos ser consientes de ello.