La calidad de las campañas es, hasta ahora, mediocre. Los mensajes que ambas candidatas y sus respectivos partidos lanzan incesantemente no entusiasman, cansan. Si la disputa es por los indecisos, lo están haciendo muy mal. Si siguen así, ese 19 0 20 por ciento que las encuestan identifican como aquellos que no han decidido su voto, probablemente optarán por la abstención, lamentablemente.
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Delfina Gómez ha soltado en llanto a mitad de entrevista con Sabina Berman. Para algunos fue conmovedor; para otros, ridículo. La maestra es una mujer sensible, podría decirse que hasta frágil, pero es auténtica y no esconde sus emociones. No es la primera vez que llora en público, de hecho, es una constante en su actividad pública. Lo hizo un par de ocasiones en 2017, después en 2018 y el año pasado, cuando se despidió del presidente en La Mañanera. Es una anécdota que algunos querrán sobrevalorar y, otros, desvalorizar. Delfina es así.
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Juan Pedro debe ser castigado. Consentir y dejar impune su violencia verbal y física es retrógrado e incongruente, sobre todo para aquellos que usan como oferta política la reconciliación. Los jefes de Juan Pedro cometen un error garrafal si calculan que no pagarán el costo de los actos del energúmeno.
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En Morena, no todos son simuladores ni fantoches. La generalización siempre es injusta, imprecisa y ofende. Delfina tiene también en su equipo a gente comprometida que trabaja con humildad para lograr el objetivo central de ganar las elecciones. Los agrandados, aquellos que se afanan en aparentar que son quienes mandan, que deciden todo y que controlan, están bien identificados por la maestra, no la engañan.
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Quién iba a imaginar que Pepe Couttolenc encontraría en la campaña de Delfina la experiencia política de su vida hasta hoy. No hay mitin o reunión en la que no esté exultante. El líder del Partido Verde en el Estado de México entiende que tiene ante sí la oportunidad que esperaba. A los verdes el delmacismo los ninguneó, los despreció a pesar de que sin ellos no hubiera ganado la gubernatura. En política, todo lo que sube tiene que bajar. Lo olvidaron.